Revista de Posgrado de la VIa Cátedra de Medicina - N° 112 – Febrero 2002
Página: 5-20
PANCREATITIS AGUDA:
Revisión
Es un proceso inflamatorio del páncreas caracterizado
por la necrosis de la glándula por autodigestión ante la activación de sus profermentos,
con atrapamiento y descarrilamiento enzimático, a partir de todo lo cual puede
sufrir muy distintas evoluciones locales y repercusión general de mayor o menor
gravedad (1).
Esta enfermedad comprende diversos grados
de inflamación aguda hasta la necrosis glandular y periglandular de magnitud
variable, que se asocia a diferentes etiologías (2). La mayoría de los casos son leves (80-90%) y se caracterizan
por edema pancreático con escasa repercusión sistémica aun-que un pequeño grupo
(10-20%) cursa con mayor severidad, produciéndose necrosis glandular con
complicaciones importantes tanto generales como locales que condicionan un peor
pronóstico (3).
Su curso clínico comprende cuadros de
evolución benigna de tratamiento esencialmente médico, hasta enfermedades muy
graves con complicaciones importantes, algunas de las cuales son de manejo
quirúrgico. Desde el punto de vista anatomopatológico y macroscópico existen 2
formas de pancreatitis aguda (PA): una forma edematosa de curso clínico en general
favorable y otra forma necrohemorrágica que suele cursar con complicaciones y
de evolución en general más grave (2).
La PA se diferencia de la crónica, porque
se restablece la función normal y en la crónica queda una lesión residual permanente
(4).
ASPECTOS BIOQUIMICOS Y
FISIOLOGICOS DE LA SECRECION PANCREATICA EXOCRINA
Consideraciones
generales: el páncreas secreta 1500 a 3000 mL de líquido isoosmótico alcalino
(pH > 8.0) al día, con cerca de 20 enzimas y cimógenos. Las secreciones
proporcionan las enzimas necesarias para la actividad digestiva del tubo
gastrointestinal (4).
Composición
del jugo pancreático: este está compuesto por sodio, potasio,
cloruro, calcio, cinc, fósforo y sulfato, el bicarbonato es el ion de mayor
importancia fisiológica. La producción de bicarbonato de 120 a 300 mmol diarios
neutraliza la producción de ácido gástrico y crea el pH apropiado para la
actividad de las enzimas pancreáticas. El páncreas también secreta enzimas
amilolíticas, lipolíticas y proteolíticas. Las enzimas amilolíticas, como la amilasa, hidrolizan el almidón en oligosacáridos y en maltosa, un
disacárido. Las enzimas lipolíticas
comprenden la lipasa, la fosfolipasa A y la colesterol estearasa. Las sales biliares inhiben la lipasa, pero la
colipasa, otro constituyente de la secreción pancreática, se une a la lipasa y
evita dicha inhibición. Las sales biliares activan la fosfolipasa A y la
colesterol estearasa. Las enzimas
proteolíticas comprenden las endopeptidasas
(tripsina, quimotripsina), que actúan sobre los enlaces peptídicos internos
de las proteínas y polipéptidos; las exopeptidasas
(carboxipeptidasa, aminopeptidasas), que actúan sobre el extremo terminal
carboxilo libre y el extremo terminal amino libre de los péptidos, respectivamente;
y la elastasa. También se secretan ribonucleasas (desoxirribonucleasas, ribonucleasa).
La enterocinasa, una enzima que se
encuentra en la mucosa duodenal, rompe el enlace lisina-isoleucina del
tripsinógeno para formar tripsina. Esta activa los demás cimógenos
proteolíticos en un fenómeno en cascada (4, 5)
Regulación
de la Secreción Pancreática: La secreción pancreática
está sujeta a un doble control, el neuronal y el hormonal. La regulación
neuronal se realiza desde el encéfalo, a través del nervio vago, y no puede
excluirse sobre ella una participación también psíquica. El control hormonal es
el más importante y el más complejo. Se realiza por mediación de la secretina y
la colecistocinina (CCK). La gastrina, el glucagón entérico y el péptido
intestinal vasoactivo también intervienen, pero de forma más secundaria. Este
doble control está sometido a complicadas interrelaciones. Se consideran que
actúan a tres niveles distintos: cefálico, gástrico e intestinal (5).
En la fase
cefálica, la visión, el olor y la masticación de los alimentos sirve para
crear un estímulo encefálico que, a través del vago, provoca la liberación de
gastrina del estómago. En la fase
gástrica, la distensión del estómago, producida por los alimentos, estimula
por vía directa y vagal la liberación de gastrina. Ésta, por vía sanguínea,
actúa sobre las células parietales del antro produciendo una abundante secreción
ácida y sobre el páncreas provocando una moderada secreción rica en enzimas y
escasa en agua y bicarbonato. Durante la fase
intestinal la llegada al duodeno del alimento con su contenido ácido (pH
< a 4,5) provoca la liberación de secretina endógena, presente en la mucosa
duodenal, que estimula la secreción pancreática de abundante cantidad de agua y
bicarbonatos. Al llegar a la luz duodenal, los bicarbonatos neutralizan el
ácido clorhídrico allí presente, con lo que se consigue elevar el pH entre 7 y
9, que es el óptimo para la actuación de las enzimas. Al mismo tiempo, la
secretina frena la secreción gástrica y el flujo biliar. La presencia en el
duodeno del alimento produce la liberación al torrente circulatorio de CCK, que
por un lado estimula la secreción pancreática rica en enzimas y, por otro,
provoca la contracción de la vesícula biliar. De esta forma se consigue la
llegada al duodeno de las sales biliares, que emulsionan las grasas y las dejan
en situación óptima para que actúen sobre ellas la lipasa y la fosfolipasa (5).
La incidencia aumenta a
medida que aumenta la edad y la proporción entre hombres y mujeres afectados es
de aproximadamente 1:0,6 (6). Esta varía según los países y depende
de los factores etiológicos. En Estados Unidos la PA se asocia con más
frecuencia con el consumo de alcohol que con los cálculos; en Inglaterra ocurre
lo contrario (4). En Estados Unidos se estima que hay unos 250.000
casos anuales, en Europa unos 70.000 y en España unos 15.000 (3 - 7).
La mortalidad es prácticamente nula entre
los pacientes con pancreatitis aguda leve, siendo sin embargo del 25-50% en
aquellos pacientes con pancreatitis aguda necrotizante, con una tasa global de
mortalidad para la enfermedad del 5% (3). La mortalidad asociada con
los ataques iniciales es 1,6 veces mayor que la asociada con las recurrencias y
la tasa de mortalidad es más elevada cuando la pancreatitis se asocia con
cálculos de la vesícula biliar y con causas desconocidas (idiopáticas) que en
los pacientes alcohólicos (6).
El aspecto morfológico de la PA abarca un
espectro de severidad pero no orienta hacia la posible causa de la enfermedad(6).
Las lesiones anatomopatológicas básicas son el edema, la hemorragia y la
necrosis (1).
La PA edematosa generalmente se inicia y
queda limitada a la cabeza(1), cursa con un cuadro inflamatorio
intersticial difuso, congestión vascular, infiltración leucocitaria, edema y
algún foco de necrosis grasa y restitución completa tras el episodio. También
puede observarse afectación extrapancreática con la aparición de fenómenos
inflamatorios y colecciones líquidas en estructuras adyacentes al páncreas (7).
En la forma necrohemorrágica, la glándula
aparece con zonas nodulares situadas en los espacios interlobulares
(citoesteatonecrosis), las que alternan con zonas rojo oscuras correspondientes
a áreas hemorrágicas. Si las hemorragias son intensas, la glándula se transforma
en un gran hematoma (forma hemorrágica) con infiltraciones hemáticas subcapsulares
y del espacio retroperitoneal, la raíz del mesenterio y el mesocolon (1).
La necrosis puede estratificarse en tres niveles de severidad según que su extensión
sea: inferior al 30%, de un 30-50% y de mas del 50% de la totalidad del páncreas.
Puede ser focal o difusa y acompañarse o no de hemorragia en el páncreas (7).
La necrosis habitualmente no afecta el páncreas con una distribución uniforme (6).
Estas formas son evolutivas en sentido de
la patología y no en cronología, ya que pueden pasar en forma rápida hasta
llegar a la pancreatitis necrótica hemorrágica, rápidamente mortal (1).
La fisiopatología de la PA es compleja. Más
de 50 factores etiológicos diferentes (litiasis biliar e ingesta de alcohol los
más frecuentes) dan lugar, por mecanismos en gran parte desconocidos, a la
misma enfermedad. Las teorías vigentes son múltiples y no unánimemente
aceptadas. Se acepta que las lesiones histológicas que caracterizan a la PA, al
menos en sus formas necrohemorrágicas, son el resultado de la activación,
consecutiva y en forma de cascada, de todas las enzimas digestivas presentes en
la glándula (8). Esto daría lugar a la teoría de la Autodigestión.
Teoría
de la Autodigestión. La activación de las enzimas pancreáticas es el paso
central en la patogenia de la PA. Las enzimas proteolíticas (tripsinógeno,
quimotripsinógeno, proelastasa y fosfolipasa A) son activadas en el páncreas en
vez de en la luz intestinal. Se cree que diversos factores (endo y exotoxinas,
infecciones virales, isquemia, anoxia y traumatismos directos) activan estas
proenzimas. Las enzimas proteolíticas activadas, sobre todo la tripsina, no
sólo digieren los tejidos pancreáticos y peripancreáticos sino que también
pueden activar otras enzimas como la elastasa y la fosfolipasa. Estas enzimas
activadas digieren las membranas celulares y producen proteólisis, edema,
hemorragia intersticial, daño vascular, necrosis de coagulación, necrosis grasa
y celular parenquimatosa (4 - 6).
El mecanismo desencadenante de la
activación del tripsinógeno a tripsina, paso fundamental para explicar la
activación de las restantes enzimas pancreáticas, es el aspecto más
desconocido. Hasta hace poco tiempo las posibilidades consideradas eran: a) activación de la tripsina por la
bilis; b) difusión retrógrada del
jugo pancreático en el parénquima y autoactivación de la tripsina, y c) activación de la tripsina por la
enterocinasa duodenal. En los últimos años se ha implicado un mecanismo intracelular,
mediado por lisosomas, que podría ser común para todas las etiologías de la
enfermedad. Esta teoría considera que las enzimas pancreáticas digestivas
pueden activarse, de forma patológica, dentro de la propia célula acinar, por
el efecto de las enzimas lisosomales (8).
CLASIFICACION (1 - 7)
Las afecciones agudas del páncreas
clasificadas como pancreatitis constituyen una serie de cuadros
anatomopatológicos con características propias y que pueden ser diferenciadas
entre sí, constituyendo las formas o fases evolutivas. Las lesiones agudas del
páncreas pueden clasificarse desde un punto de vista anatómico, en:
·
Pancreatitis aguda edematosa (PAE).
·
Pancreatitis aguda necrohemorrágica.
·
Pancreatitis aguda supurada (con complicación
séptica).
·
Pancreatitis aguda recidivante (PAR).
No existe hasta la fecha, salvo la laparotomía
o la autopsia, método alguno que pueda diagnosticar con certeza estas formas
anatómicas. Es por ello que desde el punto de vista clínico preferimos la
clasificación en:
·
Pancreatitis aguda leve (PAL).
·
Pancreatitis aguda grave (PAG),
según
haya o no descompensación hemodinámica. La PAG es la que se asocia con fallo orgánico
y/o complicaciones locales como necrosis, absceso o seudoquiste. La PAL se caracteriza
por mínima disfunción orgánica y recuperación sin incidencias, estando ausentes
las complicaciones de la pancreatitis grave.
Hay muchos factores causales en la patogenia
de la PA, pero no se han identificado los mecanismos mediante los cuales dichos
factores desencadenan la inflamación pancreática (4).
1.- LITIASIS BILIAR 2.- ALCOHOLISMO 3.- IDIOPÁTICA. 4.- MISCELANEA ·
Fármacos. ·
Dislipemia
tipo I, IV, V. ·
Cirugía:
cardiaca, renal, vascular. ·
Colangiopancreatografía
retrograda endoscópica. ·
Trauma
abdominal. ·
Hipercalcemia. ·
Embarazo. ·
Tumores,
estenósis, páncreas dividido. ·
Infecciones: Ö Virus: rubéola,
parotiditis, coxsackie, Epstein Barr, citomegalovirus, hepatitis viral, HIV. Ö Parásitos: ascaris
lumbricoides. Ö Bacterias: mycoplasma. ·
Alteraciones
anatómicas. ·
Tóxicos:
insecticidas organofosforados, veneno de escorpión (Isla Trinidad). ·
Ulcus
perforado en páncreas. ·
Vasculitis. ·
Isquemia
mesentérica. ·
Síndrome
de Reyé, Fibrosis quística (en niños). |
CONDICIONES
ASOCIADAS CON LA PANCREATITIS AGUDA (1 - 6 - 7)
Cálculos
de la vesícula biliar. Se encuentran presentes en alrededor de un 80% de
los pacientes con PA. La frecuencia de pancreatitis asociada con cálculos de la
vesícula biliar es paralela a la frecuencia de colelitiasis, es decir, la
incidencia pico se observa entre los 50 y los 70 años de edad y la enfermedad
afecta con mayor frecuencia a las mujeres que a los hombres en una proporción
2:1. El riesgo de ataques recurrentes de pancreatitis es de aproximadamente un
50% en caso de que no se eliminen todos los cálculos de la vesícula biliar. El
riesgo relativo de desarrollar PA es 25 a 35 veces mayor en pacientes con
cálculos en la vesícula biliar que en la población general. La colecistectomía,
ya sea antes de la instalación de la pancreatitis o después de ella, elimina el
riesgo aumentado de desarrollar ataques primerizos o recurrentes de PA. La
mortalidad de la pancreatitis asociada con cálculos de la vesícula biliar es de
cerca del 12% durante el primer episodio y tiende a disminuir en los episodios
posteriores.
Abuso
de alcohol. Hasta un 66% de primeros episodios de pancreatitis entran
dentro de esta categoría. Afecta a los hombres con mayor frecuencia que a las
mujeres, con una proporción de 3:1. La mayoría de los pacientes alcohólicos con
pancreatitis desarrollan lesiones funcionales y estructurales irreversibles del
páncreas, evolucionando hacia una pancreatitis crónica, eso no quita que no
puedan desarrollar todas las complicaciones de la PA durante los ataques
iniciales de la enfermedad. La tasa de mortalidad es menor que la documentada
en los casos de una pancreatitis asociada con colelitiasis o en la pancreatitis
idiopática, en parte debido a la menor edad de los pacientes, la mayoría tienen
de 30 a 45 años de edad.
Pancreatitis
idiopática. En un 8 a un 25% de los pacientes con PA no es posible identificar
ninguna de las condiciones conocidas que generalmente se asocian con la
pancreatitis. La incidencia proporcional entre varones y mujeres, la incidencia
etaria y la tasa de mortalidad son similares a las documentadas en la pancreatitis
asociada con litiasis vesicular.
Medicaciones.
Varios fármacos, sobre todo los antimetabólicos y los derivados de las sulfonamidas,
pueden provocar ocasionalmente una PA. La causa inmediata de la pancreatitis
asociada con la administración de sulfonamidas puede ser una vasculitis
alérgica coexistente y la pancreatitis observada durante el tratamiento con
estrógenos puede atribuirse a la hiperlipidemia inducida por la hormona. Los
otros fármacos potencialmentes causales han sido implicados sólo en unos pocos
casos y no existen pruebas suficientes como para afirmar que desempeñan un
papel etiológico en la pancreatitis. Estos fármacos incluyen las anfetaminas
por vía intravenosa, el propoxifeno administrado incorrectamente por vía
intravenosa, el diazóxido, la histamina, la rifampicina, la cimetidina, el acetaminofeno,
los opiáceos y la cocaína.
Intervenciones
quirúrgicas. En la mayor parte de los casos se relaciona con operaciones
practicadas en el páncreas o en la vecindad de este órgano. La frecuencia de
pancreatitis después de la gastrectomía y la cirugía del tracto biliar oscila
entre el 0,2 y el 0,8%. También puede aparecer después de un bypass
cardiopulmonar, con una frecuencia total de hasta el 8%. El riesgo aumenta en
presencia de una insuficiencia renal preoperatoria, hipotensión prequirúrgica y
en relación con la cantidad de calcio intravenoso administrado. La pancreatitis
posoperatoria se asocia con una elevada tasa de mortalidad (de entre 25 y el
50%).
Hiperlipidemia.
Los pacientes con hiperlipoproteinemia de Fredrickson tipos I, IV o
V a menudo desarrollan
cuadros de pancreatitis que por lo general progresan hacia una pancreatitis
crónica. Estos con frecuencia presentan un suero lactescente. La lipidemia
precede a la pancreatitis y no sería una manifestación de la inflamación del
páncreas. El mecanismo mediante el cual la elevación de los niveles circulantes
de triglicéridos desencadena ataques de pancreatitis se desconoce, pero una posibilidad
consiste en la lipólisis local con liberación de ácidos grasos libres
citotóxicos. Existen dos rasgos de la pancreatitis asociada con la hiperlipidemia
que revisten una importancia clínica especial: 1) Los ataques de pancreatitis
no suelen asociarse con aumentos mensurables de los niveles séricos de
amilasas. 2) Las recurrencias pueden prevenirse mediante un tratamiento
destinado a evitar picos de los niveles séricos de triglicéridos.
Colangio
Pancreatografía Retrógrada Endoscópica (CPRE). Es seguida de elevaciones
transitorias de los niveles séricos de amilasa y lipasa en la mayoría de los
casos y de una pancreatitis en el 1 al 5% de los pacientes. Las causas
probables incluyen lesiones y edema de la papila de Vater y la inyección
retrógrada de material de contraste en el conducto pancreático. La incidencia
de la pancreatitis aumenta con la duración del procedimiento, con la
acinarización del páncreas por el medio de contraste, con el uso de agentes de
contraste de alta osmoralidad y cuando se lleva a cabo un estudio manométrico
del esfínter de Oddi. En un 0,03% de los casos la CPRE diagnóstica se asocia
con una pancreatitis severa que requiere una intervención quirúrgica y este porcentaje
aumenta al 1% en el caso de una CPRE con esfinterotomía.
Traumatismos.
Los traumatismos físicos del páncreas representan la causa más común de pancreatitis
en niños y adolescentes. En caso de traumatismos penetrantes el pronóstico está
determinado por la severidad de las lesiones de los órganos y los vasos
sanguíneos circulantes. Los traumatismos no penetrantes pueden asociarse con la
ruptura de los conductos pancreáticos y la contusión del páncreas, con la
formación resultante de seudoquistes o fístulas.
Hipercalcemia.
La frecuencia de pancreatitis en pacientes con hiperparatiroidismo ha sido estimada
entre el 1,5 y el 19%. La pancreatitis es aguda y severa en un tercio de los
casos y crónica en los casos restantes. La hipercalcemia aguda ha sido
considerada responsable de lesiones directas de las células acinares y ductales
del páncreas, con formación de precipitados proteicos intracanaliculares
seguidos de una PA. También puede producirse la activación del tripsinógeno en
presencia de una concentración elevada de calcio.
Embarazo.
La mayor parte de los episodios se producen durante el tercer trimestre y el
puerperio. La colelitiasis coexiste en alrededor de un 90% de las pacientes.
Úlcera
Péptica. La penetración de una úlcera péptica de la cara posterior del
bulbo duodenal en el páncreas provoca lesiones locales de la glándula con dolor
e hiperamilasemia, pero estas lesiones por lo general no evolucionan hacia una
pancreatitis franca.
Obstrucción
del flujo de salida. Las posibles condiciones causales incluyen el páncreas
anular, los divertículos duodenales peripampulares, la enfermedad de Crohn del
duodeno, las duplicaciones duodenales y antrales y la obstrucción del asa
aferente después de una gastroyeyunostomía. Las neoplasias primarias y
metastásicas que obstruyen segmentos del sistema ductal pancreático son
responsables del 1 al 2% de todos los ataques de PA.
Páncreas
Divisum. Consiste en ausencia de fusión entre los conductos pancreáticos ventral
y dorsal durante el desarrollo embriológico. En consecuencia, el conducto
ventral (Wirsung) sólo drena el proceso unciforme y la porción posteroinferior
de la cabeza pancreática a través de la papila mayor, mientras que el resto del
páncreas drena separadamente a través del conducto dorsal (de Santorini) a
través de la papila accesoria (menor). Esta anomalía congénita se observa en un
5 a un 10% de la población; en otro 2% se observa la ausencia completa del
conducto ventral.
Trasplante
de Órganos. El trasplante de riñón, hígado o corazón es seguido del desarrollo
de una pancreatitis aguda en un 2 a un 9% de los casos. Aproximadamente un 50%
de estos ataques se producen después de transcurridos más de seis meses de la
operación. Existen varios factores que pueden contribuir al desarrollo de la
pancreatitis postrasplante; hiperlipidemia; infecciones virales, vasculitis y,
más importante aun, el tratamiento inmunosupresor con corticosteroides,
azatioprina o l-asparaginasa. La tasa de mortalidad varía entre el 20 y el 70%.
Insuficiencia
Renal Terminal. Desarrollan pancreatitis aguda con una incidencia de 0,03
por paciente-año cuando se los trata con diálisis peritoneal y de 0,01 por
paciente-año cuando reciben hemodiálisis. La tasa de mortalidad llega hasta el
21%.
Mordedura
de Escorpión. En las Indias Occidentales las mordeduras del escorpión Tityus
trinitatis se asocia con el desarrollo de una pancreatitis leve en el 50% de
los casos como mínimo. El mecanismo de acción consiste en un aumento de la
liberación de acetilcolina por las neuronas colinérgicas posganglionares, lo
que sugiere que el tratamiento con agentes anticolinérgicos podría ser beneficioso.
Causas
diversas. 1) Por una disminución de la irrigación sanguínea, como ocurre en
casos de hipotensión sistémica severa, embolias por colesterol o angeítis. 2)
Las enfermedades virales como la fiebre urliana. 3) La obstrucción del conducto
pancreático por el parásito Clonorchis sinesis o por Ascaris. 4) El síndrome de
Reye. 5) La hepatitis viral fulminante. 6) Hígado graso agudo del embarazo.
Como ha podido observarse los factores
etiológicos de la PA pueden ser múltiples y en distintas oportunidades deben
actuar varios de ellos en forma concomitante en entidades clínicas
particulares. En la práctica, en nuestro medio y orden de frecuencia, las
pancreatitis que se presentan son de origen biliar, alcohólico y traumático y
la pancreatitis postoperatoria. El resto son de presentación muy esporádica (1
- 6 - 7).
El síntoma capital es el dolor abdominal
presente en más del 90% de los enfermos (2). Suele presentarse desde
el inicio del proceso, en forma brusca o de intensidad creciente, en general
relacionado con una ingesta previa importante de comida o alcohol (5).
Es un dolor constante, sordo o terebrante, localizado en el epigastrio y en la
región periumbilical, que se irradia en faja hacia ambos hipocondrios, también
puede irradiarse hacia espalda, tórax y porción inferior de abdomen. El dolor
suele ser más intenso en decúbito supino y con frecuencia se alivia cuando el
paciente se sienta con el tronco flexionado y las rodillas recogidas (4).
El dolor se acompaña de náuseas y vómitos
durante varios días en un 54-92%, estos son de carácter alimentarios o biliosos
pudiendo producir deshidratación por su intensidad y resistencia, rara vez
pueden ser hemáticos en cuyo caso debe considerarse siempre como un signo de gravedad
y mal pronóstico (5 - 7). Pueden ser secundarios a un síndrome de
Mallory - Weiss, úlcera de estrés, rotura de várices esofágicas o gástricas o a
una trombosis de la vena esplénica debida al proceso inflamatorio pancreático (5).
Al examen físico el paciente se presenta
angustiado y ansioso, con frecuencia se observa febrícula, taquicardia,
hipotensión, taquipnea con respiración superficial y en ocasiones agitación
psicomotriz. La ictericia es poco frecuente, si aparece se debe al edema en la
cabeza del páncreas que comprime la porción intrapancreática del colédoco (2
- 4).
El shock circulatorio se observa en un 30 a
un 40% de los pacientes. Los diversos factores que contribuyen a la
inestabilidad circulatoria incluyen la hipovolemia causada por la exudación de
plasma en el espacio retroperitoneal, la acumulación de líquido en un intestino
atónico, los vómitos y la hemorragia. Otras causas posibles son la
vasodilatación periférica y el aumento de la permeabilidad vascular causada por
un exceso de quininas circulantes (4 - 6).
En la exploración abdominal se encuentra
distensión y dolor, aunque frecuentemente el abdomen está blando y en ocasiones
se palpa un ocupamiento epigástrico o signos peritoneales (2). El
dolor localizado en el epigástrio durante la palpación profunda es intenso; los
signos de irritación peritoneal como ser la tensión de la pared abdominal y el
dolor a la descompresión brusca están ausentes en el momento de la
presentación, hallazgos compatibles con la localización retroperitoneal del
páncreas. La presencia de un íleo paralítico completo implica que el proceso se
ha extendido hacia el mesenterio del intestino delgado y del colon o al desarrollo
de una peritonitis química secundaria a una ascitis pancreática (6).
En las formas necróticas la ocupación por
líquido hemorrágico del retroperitoneo y de los canales parietocólicos, da
lugar a la formación de manchas cutáneas violáceas o hematomas en flancos -
signo de Grey Turner - o bien si el drenaje ocurre hacia el compartimiento anterior
en el epiplón menor aparecen manchas violáceas periumbilicales - signo de
Cullen - (7). El dolor a la palpación del ángulo costo lumbar
posterior izquierdo da el signo de Mayo - Robson (2).
En la exploración pulmonar puede
pesquizarse un derrame pleural izquierdo, y una hipoventilación en las bases
pulmonares (2).
a)
Presentación clínica: durante el interrogatorio se deben investigar
sobre todas las manifestaciones clínicas y los factores que pueden desencadenar
un ataque sobre todo la ingesta reciente de alcohol o comidas copiosas y la
administración de drogas. También es necesario recoger antecedentes sobre
patologías familiares que predispongan a la PA (litiasis biliar, parasitosis,
pancreatitis crónica hereditaria) (9).
b)
Datos de laboratorio: el diagnóstico se suele establecer por el aumento de
la amilasa sérica total. Los valores
que triplican las cifras normales prácticamente aseguran el diagnóstico si se
ha excluido antes una perforación o un infarto intestinal o una enfermedad evidente
de las glándulas salivales. Después de 48 a 72 horas, incluso persistiendo los
signos de pancreatitis, las cifras de amilasa sérica total vuelven a ser
normales. No hay una correlación definida entre la gravedad de la pancreatitis
y el grado de aumento de la amilasa sérica (4). También se puede
dosar los valores de amilasa urinaria, que su elevación persiste más que la
amilasa sérica (7 a 10 días). Se suele pedir mediciones en orina de 24 horas (2).
Valores notablemente elevados de amilasa en líquido pleural o peritoneal [>
1500 nmol/L (> 5000 unidades por decilitro)] sirven también cuando aparecen
para establecer el diagnóstico (4). La amilasa sérica total es muy
inespecífica, ya que en ausencia de pancreatitis puede estar elevada en otras
afecciones abdominales como colangitis aguda, coledocolitiasis con o sin
colangitis aguda, obstrucción intestinal, infarto mesentérico, úlcera
perforada, apendicitis aguda, embarazo ectópico, disección de aneurisma
aórtico, trauma abdominal, insuficiencia hepática e insuficiencia renal y
extraabdominales como parotiditis, trauma cerebral, quemaduras y shock (9).
Lo que sí a representado una ayuda importante
en el diagnóstico de esta enfermedad ha sido la determinación de las isoamilasas de la amilasa. Se trata de
dos fracciones enzimáticas de origen diferente; la isoamilasa P se produce sólo en el páncreas, mientras que la isoamilasa S se origina en los órganos
restantes que generan esta enzima. Mediante técnicas de electroforesis se
consigue diferenciar tres subtipos de amilasa S (S1, S2 y
S3) y tres de isoamilasa P (P1, P2 y P3).
De todas ellas, la fracción P3 es la que aparece de forma casi
constante en la pancreatitis aguda y está prácticamente ausente en los
abdómenes agudos de otras etiologías (5).
La determinación de la lipasa sérica es tanto o más útil que la amilasemia, pero su empleo
no se ha difundido tanto. La lipasemia tiene la ventaja de que no se eleva en
algunas situaciones que son causa de falsos positivos de la amilasa, tales como
parotiditis, cetoacidosis diabética y embarazo ectópico. Sin embargo, la lipasa
acompaña a la amilasa en los falsos positivos secundarios a patología biliar
aguda, úlcera perforada, obstrucción intestinal, trombosis mesentérica y
apendicitis aguda (9). La lipasa puede ser superior a la amilasa
para apoyar el diagnóstico clínico de PA en casos de que se presenten a la
consulta tardíamente; ya que la vida media de la amilasa es tan sólo de 48 horas
y de la lipasa es de 5 a 8 días. El nivel sérico de la amilasa o lipasa no se
correlaciona con la severidad de la pancreatitis; por esta razón y por la vida
media de la amilasa es que no tiene ninguna utilidad estar midiendo a diario o
interdiario el nivel de las enzimas séricas (10).
Recientemente, con la introducción de
técnicas de radioinmunoanálisis para la determinación de tripsina y elastasa séricas,
enzimas que sólo se originan en el páncreas se ha mejorado el diagnóstico de la
PA. No obstante, estos métodos tienen el inconveniente de que requieren un
largo período de incubación de la muestra, lo que determina su escasa utilidad
cuando existe una urgencia diagnóstica, hecho frecuente en la PA (5).
Con frecuencia hay leucocitosis (15.000 a 20.000 leucocitos por microlitro). Los casos
más graves pueden presentar hemoconcentarción con cifras de hematócrito mayores
del 50% debido a la pérdida de plasma en el espacio retroperitoneal y en la
cavidad peritoneal. Suele haber hiperglucemia
por factores múltiples. En el 25% de los casos hay hipocalcemia, pero no se conoce bien su patogenia. También hay hiperbilirrubinemia (bilirrubina sérica
> 68 mmol/L
[> 4.0 mg/dL]) en el 10% de los pacientes, aproximadamente. Las
concentraciones séricas de fosfatasa
alcalina y de aspartato aminotransferasa
(AST) también aumentan de forma transitoria y paralela a los valores de
bilirrubina sérica. La albúmina sérica
disminuye hasta ≤ 30 g/L (≤ 3.0 g/dL) en cerca del 10% de los casos
y se asocia con una pancreatitis más grave y un aumento de la mortalidad. La hipertrigliceridemia se da en el 15 al
20% de los casos, y en estos pacientes las cifras de amilasa sérica suelen ser
falsamente normales. Alrededor del 25% de los enfermos presentan hipoxemia (PO2 ≤ 60 mm
Hg), que puede anunciar el inicio del síndrome de dificultad respiratoria del
adulto (4).
Los niveles séricos de proteína C - reactiva mayores de 120 mg/L y de deshidrogenasa láctica (LDH) mayores de 270 U/L obtenidos durante
los primeros tres o cuatro días de la enfermedad permiten predecir la
progresión hacia la pancreatitis severa y necrotizante con una certeza de
aproximadamente un 85% (6).
Por último, en ocasiones, el
electrocardiograma es anormal con alteraciones del segmento ST y de la onda T
semejantes a las de la isquemia miocárdica (4).
c) Estudios por imágenes: los estudios
radiológicos, sobre todo la ecografía (ECO) y la tomografía computarizada (TC),
desempeñan un importante papel en el manejo de la PA. Estos estudios
contribuyen a determinar la presencia de enfermedad pancreática, a detectar las
complicaciones locales y el compromiso de órganos vecinos y a demostrar la
existencia de trastornos asociados, sobre todo colelitiasis y coledocolitiasis (6).
·
Radiografía de Tórax y Abdomen:
en todos los pacientes con el diagnóstico clínico de PA se les debe practicar
rutinariamente una radiografía de tórax y abdomen simple para tenerlas como
patrón de base y para excluir otras patologías (10). La radiografía
de abdomen se la efectúa de pie o en incidencia lateral (1). Puede
mostrar el signo del asa “centinela” en el hipocondrio izquierdo y signos de
íleo (2). Una de las aplicaciones más útiles de este estudio consiste
en descartar la presencia de aire intraperitoneal libre secundario a una
perforación gástrica o intestinal y el engrosamiento y la “impresión de dedo
pulgar” en la pared intestinal asociados con el infarto mesentérico. En la radiografía
de tórax el compromiso diafragmático y las complicaciones pulmonares de la PA
son fáciles de reconocer (6). Esta placa puede mostrar un amplio
espectro de hallazgos dependientes de la severidad de la enfermedad. El
hallazgo más frecuente es la presencia de derrame pleural y en casos severos se
puede observar los hallazgos característicos del síndrome de dificultad
respiratoria del adulto (10).
·
Ecografía abdominal:
la visualización de la glándula pancreática no es fácil (2). En
algunos casos puede ayudar a confirmar el diagnóstico. Con esta técnica se
puede detectar edema de la glándula en casos de pancreatitis; pero hay que
anotar que en casos de PA la glándula sólo puede verse adecuadamente en el 25 a
50% de ellos, así que este método no puede ser usado como único método para
establecer el diagnóstico definitivo (10). Su utilidad radica en la
evaluación y diagnóstico de la patología biliar asociada y en el seguimiento de
algunas de sus complicaciones (pseudoquiste, colecciones, etc.). Un examen
negativo no excluye el diagnóstico de PA (2). En años recientes el
ultrasonido endoscópico ha demostrado su enorme utilidad por su mayor capacidad
diagnóstico en la patología originada en el tracto gastrointestinal. Una de las
áreas donde ha sido de especial utilidad es en la patología originada en el
confluente biliopancreático; y en caso de PA la disponibilidad de un endoscopista
entrenado en esta técnica diagnóstica ha demostrado claramente su enorme
precisión diagnóstica tanto para establecer la presencia de edema de la glándula,
las porciones del parénquima con evidencias de necrosis, la presencia de
complicaciones como la colección aguda, el seudoquiste o ascitis (10).
·
Tomografía computarizada dinámica (TCD):
La TC se ha convertido en el método estándar para determinar la existencia de
enfermedad PA y evaluar la presencia y la severidad de las complicaciones
locales (6). También permite dirigir procedimientos invasivos como
la punción aspiración percutánea, que puede dar información diagnóstica
adicional o proporcionar opciones terapéuticas (7). La TCD consiste
en la administración de contraste oral y endovenoso en bolo, lleva grandes
volúmenes de contraste (2 ml/kg de solución yodada), se inyectan 50 ml en 20
segundos y el resto dentro del minuto (11). Aproximadamente el 90%
de las PA, tienen alteraciones en la TC realizada en las primeras 72 horas. En
las pancreatitis leves edematosas mas del 28% tienen imagen normal, mientras
que en presencia de necrosis o hemorragia, las imágenes son siempre anormales (7).
El propósito de administrar el medio de contraste es distinguir entre la
pancreatitis intersticial y la necrotizante. En la pancreatitis intersticial la
microcirculación se encuentra intacta y existe un realce uniforme de la glándula.
En la necrotizante existe un alteración de la microcirculación y demostrándose
áreas del parénquima donde no se presenta el realce con el medio de contraste
administrado. Áreas pequeñas del parénquima que no presenten realce pueden
significar que existe colección de líquido intraparenquimatoso, pero áreas
grandes de no realce significan sin duda la presencia de alteración de la microcirculación
y necrosis pancreática importante (10). La TCD constituye el ”gold standard” para el diagnóstico no
invasivo de necrosis pancreática, con una exactitud de más del 90% cuando hay
más del 30% de necrosis glandular (11-12). La sensibilidad y la
especificidad de la TCD para diagnosticar una PA es del 80 y el 98%,
respectivamente; detecta la necrosis pancrática y la infección con una
sensibilidad del 50 al 100% y del 20 al 50% respectivamente (11).
Con la TCD, se ha realizado una clasificación de la gravedad, con el sistema
desarrollado por Balthazar, que valora la extensión de necrosis pancreática y
la presencia de lesiones extrapancreáticas, en niveles de puntación 0 - 10
(cuadro 1). El nivel con puntuación 7 - 10, con mayores alteraciones
radiológicas, se asocia con mayor mortalidad 17% y morbilidad 92% (7).
La punción aspiración percutánea para obtener
muestras para cultivo, puede usarse para el diagnóstico de infección (7).
Cuadro 1
Tipo Pancreatitis |
Grado |
Puntuación |
Descripción
Morfológica |
Extensión necrosis |
Puntos |
|
|||
PAL PAL ?? PAG PAG |
A B C D E |
0 1 2 3 4 |
Páncreas
normal Aumento
focal o difuso del páncreas B +
alteraciones de la glándula con inflamación peripancreática C +
Colección liquida única D + 2 o
más colecciones liquidas o presencia de gas |
0% 0% 0 - 30% 30 - 50% > 50% |
0 0 2 4 6 |
|
|||
|
Indice
de Gravedad según TAC dinámica: suma de grado + extensión = 0 - 10 puntos Grupos
de pancreatitis aguda I. 0- 3 puntos = Pancreatitis Aguda
Leve PAL II. 4- 6 puntos = Pancreatitis Aguda
Grave PAG III. 7-10 puntos = Pancreatitis Aguda
Necrótica PAN |
|
|||||||
|
Modificado
de :Balthazar EJ .CT diagnosis and staging
of acute pancreatitis. Radiol Clin North Am 1989;27:19 |
||||||||
Saber y diferenciar una PAL de una PAG es
la premisa para todo médico, ya que tomaremos medidas diferentes. Pronosticar
la gravedad de la PA no solo tiene trascendencia desde el punto de vista
pronóstico sino también terapéutico (7), significa predecir cuales
ataques evolucionaran rápidamente a la curación y cuales desarrollaran
complicaciones locales tempranas o tardías. El empleo de un método pronóstico
tiene gran utilidad práctica por 3 razones (9 - 11):
1. La
identificación de un ataque grave que obliga a la intervención inmediata del enfermo
en la unidad de cuidados intensivos (UCI) para prevenir y tratar rápidamente
las complicaciones sistémicas tempranas.
2. La identificación
de un ataque leve que permite evitar un tratamiento médico agresivo y costoso.
Los resultados
de cualquier terapéutica solo pueden ser analizados cuando los enfermos han
sido clasificados tempranamente con un método pronóstico reconocido; a fin de
protocolizar un tratamiento.
Criterios múltiples:
Distintos autores propusieron así criterios
pronósticos (Ranson, Imrie, Osborne). Entre estos los más utilizados en nuestro
medio son los criterios pronósticos de Ranson (2) (cuadro 2), que
combinan 11 datos recogidos al ingreso y durante las primeras 48 horas. Estos
datos reflejan destrucción celular (LDH, GOT), respuesta inflamatoria
(leucocitosis, hiperglucemia, hipocalcemia) y lesión endotelial (secuestro de
líquido, disminución de la PO2 y del hematócrito) (9).
Este autor en 1974 en un estudio sobre 100
pacientes determinó sus criterios pronósticos correlacionandolos con la estadía
en la UCI y con la mortalidad. No pretende establecer una correlación con el
daño anatomopatológico de la enfermedad.
Desde el punto de vista clínico se
considera PAG aquélla con 3 o más criterios de
Ranson. La mortalidad se incrementa a mayor números de criterios de Ranson
(cuadro 3) (2).
Cuadro 2
FACTORES ADVERSOS EN
LA PANCREATITIS AGUDA ESCALA DE GRAVEDAD DE RANSON
|
Ingreso
|
Pancreatitis
No biliar |
Pancreatitis
Biliar |
|
Edad
(años) |
> 55 |
> 70 |
|
En las primeras 48h. |
|
|
|
Descenso
Hematocrito |
> 10 |
> 10 |
LDH = lactatodeshidrogenasa, AST = Aspartato aminotransferasa PaO2 = presión parcial arterial de oxigeno. BUN = nitrógeno ureico
en sangre. |
|||
El sistema de clasificación de gravedad no
específico para pancreatitis sino de uso general APACHE II tiene una
eficacia pronóstico similar al de Ranson y su repetición durante el curso de la
enfermedad permite monitorear la recuperación o el deterioro clínico. La
presencia de 8 o más criterios positivos del APACHE II al ingreso
identifica adecuadamente los ataques graves (9).
N° de Criterios de Ranson |
Mortalidad |
Serie U.C. |
< 3 |
0,9% |
- |
3-4 |
18% |
16,7% |
5-6 |
39% |
36,8% |
> 6 |
91% |
62,5% (p < 0,05) |
En la práctica los criterios de Ranson y/o
APACHE II,
junto con los criterios tomográficos de Balthazar, son los más útiles para
establecer la severidad de una pancreatitis (7).
Lavado peritoneal:
El lavado
peritoneal (LP) con los criterios de Mc Mahon es un método rápido y sirve para
pronosticar la posible evolución del paciente al ingreso, pero es cruento y no
es tan eficiente en la PA de origen biliar como lo es en las de etiología
alcohólica. Los criterios utilizados por Mayer y Mc Mahon como pronóstico de un
ataque grave son:
1. Aspiración de
20 ml o más de líquido libre en cavidad sin importar su color.
2. Aspiración de
líquido ascítico libre de color oscuro.
3. Un retorno del
líquido LP de color rojizo.
En el cuadro 4 se
puede observar la relación entre mortalidad y las características del líquido ascítico
libre aspirado de la cavidad peritoneal. Las contraindicaciones del LP son las
cirugías previas, distención abdominal, aneurisma de la aorta abdominal y la
obesidad mórbida. Siempre existe el riesgo de perforación visceral (11).
Volumen |
Color |
Mortalidad |
> 20 ml |
Oscuro |
38 % |
< 20 ml |
Oscuro |
35 % |
> 20 ml |
Pálido |
19 % |
< 20 ml |
Pálido |
0 % |
Otros marcadores biológicos (11):
Los dosajes de a 2
macroglobulinas, a 1 antiproteasas
y factores del complemento tienen escaso valor pronóstico por su baja eficacia
diagnostica. No solo su determinación está fuera del alcance de muchos
laboratorios de urgencia, sino que su eficacia no es superior a la de los
sistemas de criterios múltiples.
La proteína C
reactiva se eleva significativamente mas en la PAG que en la PAL. Esta
diferencia es notable a partir de las 48 horas, en las cuales una concentración
mayor de 120 mg/l tiene una precisión de predecir formas graves en un 79 a un
86% según los autores. El pico de mayor concentración se observa entre el 3 y 4
día; los valores mayores a 200 mg/l indica una forma grave con un 90% de
precisión y se correlaciona con el desarrollo de fallas orgánicas
(fundamentalmente respiratorias) pero no con necrosis necesariamente. Aquellos
pacientes con concentraciones persistentemente elevadas hasta el final de la
primera semana son los que más probablemente desarrollen complicaciones
locales, por lo cual, algunos centros la utilizan como indicador para iniciar
una nutrición parenteral total y solicitar las TCD.
La búsqueda de
marcadores biológicos de gravedad más precoces y precisos orientó al estudio de
la elastasa de los polimorfonucleares (PMN elastasa) y de la interleuquina 6
(IL-6). Ambas tienen una eficacia diagnóstica similar a los criterios de
Ranson, pero con la ventaja de detectar las formas graves dentro de las
primeras 24 horas y no esperar 48 - 72 horas como ocurre con los otros métodos.
La mortalidad de
las formas graves es elevada, del 40% y está en relación con las complicaciones
tardías, ya que la mayoría de los pacientes sobreviven en la primera semana con
medidas de soporte vital (7).
La PAL se recupera
en 1 o 2 semanas sin secuelas (ad - integrum).
Para algunos
autores la gravedad de la pancreatitis está determinada por la extensión de la
necrosis pancreática y peripancreática, que es condicionante de las
alteraciones sistémicas que ocurren en los primeros días y de la posibilidad de
infección que ocurre en el 40-70% de las formas necróticas y, esto a su vez
determinaría la evolución y el pronóstico a medio y largo plazo (7).
Para otros autores
los factores que determinan las distintas formas evolutivas son: la magnitud de
la respuesta inflamatoria inicial, la etiología del ataque, la extensión y
topografía de la necrosis local, la presencia de infección secundaria y la
reserva fisiológica de cada paciente (9).
La respuesta
inflamatoria inicial a la injuria pancreática puede ser tan intensa y descontrolada
que la muerte puede ocurrir en pocas horas o días por falla multiorgánica. Esta
forma fulminante no depende del monto de necrosis intraglandular o
extraglandular; de hecho, el 40% de las formas fulminantes son edematosas
(Whalen J. 1970). Esta forma evolutiva se asocia, por lo general, con ataques
de etiología alcohólica y solo en raras ocasiones con ataques de etiología
biliar (9).
Según Martínez
Sempere, J et al, la edad no constituye por sí misma un factor de riesgo para
el desarrollo de complicaciones en los pacientes con PA, si exceptuamos la
aparición de insuficiencia renal aguda, que es más frecuente en ancianos (grupo
de pacientes mayores de 65 años). La PA en el anciano es más frecuente de
etiología biliar, es más común en mujeres y suele estar asociada a otras
enfermedades (hipertensión arterial, diabetes o insuficiencia renal crónica) en
el momento de aparición de la pancreatitis. Estas enfermedades sí se comportan
como factores de mal pronóstico en ancianos con PA, condicionando la aparición
de complicaciones locales y sistémicas y elevando la mortalidad en dicho grupo(13).
Las complicaciones
de la PA se pueden clasificar en sistémicas y locales, y a su vez en precoces y
tardías. En general las complicaciones sistémicas son precoces y las complicaciones
locales son tardías (cuadro 5 y 6) (7).
La PAL,
generalmente, no tiene complicaciones (10), pero la PAG sí, y
presenta en su evolución dos períodos (11):
1. El primero es
el de compromiso sistémico, el proceso glandular activa la síntesis y liberación
de sustancias proinflamatorias (citoquinas, prostaglandinas, leucotrienos,
complemento, etc.) responsables del cuadro séptico no infeccioso de los
pacientes (síndrome de respuesta inflamatoria sistémica, SIRS). Durante este
período las fallas orgánicas se deben a este proceso sin que exista un foco infeccioso.
Si estos mecanismos inflamatorios sistémicos se desequilibran excesivamente y
las medidas de sostén implementadas en la UCI no pueden compensar al paciente,
éste puede fallecer en el transcurso de los primeros días antes de que podamos
constatar una necrosis pancreática mediante la TCD, constituyendo un cuadro
fulminante.
2.
Si el paciente sobrevive a ésta primera etapa, como ocurre
en la mayoría de los casos, evoluciona al segundo período que es el de
complicaciones locales, es decir, lesiones pancreáticas y peripancreáticas.
Este período se refiere a la necrosis pancreática: el tipo de necrosis
(glandular y/o peripancreática), la extensión de la misma, la infección de la
necrosis y los abscesos.
cuadro 5
COMPLICACIONES SISTEMICAS DE LA PA
Insuficiencia
respiratoria aguda Insuficiencia renal aguda Shock Fallo Multiorgánico Sepsis no pancreática Coagulación Intravascular diseminada Hipoglucemia Hipocalcemia Hemorragia gastrointestinal Encefalopatía pancreática Derrame pleural |
cuadro 6
COMPLICACIONES LOCALES DE LA PA
Colecciones
de líquido pancreático y peripancreático Necrosis pancreática infectada Pseudoquiste Pancreático Absceso pancreático Ascitis pancreática Fístula pancreático-pleural Obstrucción duodenal Obstrucción de la vía biliar Trombosis de la vena esplénica Pseudoaneurisma y hemorragia Colangitis en la pancreatitis biliar |
a)
Complicaciones Sistémicas: (7)
· La insuficiencia respiratoria es la
principal causa de ingreso en la UCI y se relaciona con la gravedad de la
pancreatitis. Es de origen multifactorial y aparece en los primeros días de
evolución. El 8% de los pacientes evolucionan a un distress respiratorio del
adulto precisando respiración mecánica. La distención abdominal, el dolor que
limita los movimientos diafragmáticos, los derrames pleurales, junto con las
atelectasias y microembolias pulmonares contribuyen al desarrollo de la
insuficiencia respiratoria. El derrame pleural en un 15% es la alteración radiológica
más frecuente.
· La insuficiencia renal, de severidad
variable, se presenta en los primeros días y la tasa de mortalidad es de hasta
un 50%. Se ha relacionado sobre todo con la hipotensión mantenida en la fase de
hipovolemia inicial y menos con la liberación de sustancias vasoactivas y
formación de microtrombos renales. Esto llevaría a una necrosis tubular aguda.
En algunos casos a pesar de un reposición con fluidoterapia en las primeras
horas, se presenta oliguria y proteinuria refractaria al tratamiento y que
precisa soporte con técnicas de depuración extrarrenal. Se asocia con mal pronóstico.
· El shock es excepcional, mientras
que es frecuente la hipotensión por hipovolemia relativa, secundaria al
secuestro de líquido en el abdomen y el espacio intersticial. El shock
hemorrágico ocurre por las complicaciones locales en casos fulminantes. El
shock séptico puede deberse a sépsis pancreática, secundaria a la infección de
la necrosis o la perforación del colon o trombosis mesentérica.
· Las complicaciones hemorrágicas en la
pancreatitis pueden deberse a coagulación intravascular diseminada secundaria a
la necrosis pancreática. También puede ocurrir microtrombosis o trombosis
esplénica. Las hemorragias graves se deben a hemorragia retroperitoneal por
erosión de vasos sanguíneos o por rotura de un pseudoquiste en la cavidad
abdominal. También puede haber hemorragia gástrica por úlceras de stress.
· Las complicaciones metabólicas son
hipocalcemia, hiperglucemia, hipoalbuminemia, hipomagnesemia,
hipertrigliceridemia y acidosis metabólica.
· Las anomalías articulares como la
poliartritis y derrames articulares son secundarios a la necrosis grasa.
· Las alteraciones neurológicas
descriptas son: la encefalopatía pancreática, la embolia cerebral y la
retinopatía de Purtscher.
b) Complicaciones Locales: han dado
origen a términos y conceptos confusos por lo cual conviene comentarlos; nos
ajustaremos a lo establecido en el Simposio de Atlanta (11).
· Colección líquida aguda (CLA): aparece precozmente en la evolución, localizadas en o cerca
del páncreas y se caracteriza por la ausencia de pared propia. Son comunes en
pacientes con PAG, presentándose entre el 30 a 50% de los casos. La
diferenciación con un pseudoquiste y un absceso pancreático es la carencia de
una pared. Aproximadamente la mitad evoluciona hacia la curación espontánea
(reabsorción) y el resto hacia el pseudoquiste o el absceso (7 - 10 - 11).
· Pseudoquiste pancreático agudo (PPA): es una colección de jugo pancreático limitado por una pared
constituida por tejido de granulación y/o fibrosis, ocasionalmente pueden ser
palpables, pero usualmente se lo identifica por TC. Su contenido es rico en
enzimas pancreáticas y frecuentemente es estéril. Para su formación se
requieren por lo menos cuatro semanas, y si este se infecta constituye un absceso
(7 - 10 - 11).
· Absceso pancreático (AP): es una colección intraabdominal circunscripta de pus, con ausencia
o escasa cantidad de necrosis pancreática. Se localiza en la proximidad del
páncreas y se presenta habitualmente a partir de la cuarta semana de comenzado
el episodio. La presentación clínica es variable, pero la expresión más común
es la infección. Es probable que el AP se presente como una consecuencia de
necrosis limitada con subsecuente licuefacción e infección secundaria. El
hallazgo de gas es el único signo radiológico específico, y la bacteriología
percutánea el único método para confirmar el diagnóstico en el preoperatorio (7,
9, 10,11).
· Necrosis pancreática (NP): se considera como la presencia de un área focal o difusa de
parénquima pancreático no viable, asociado casi invariablemente a necrosis
grasa peripancreática. La probabilidad de NP aumenta con el incremento de la
severidad clínica. La verificación objetiva de la NP es necesaria y la TCD es
actualmente la prueba "gold standard" para ello, la capacidad global
de la TCD para demostrar NP es mayor de 90% (7 - 10 - 11).
· Necrosis infectada (NI): la infección de la necrosis es la principal causa de muerte
en pacientes con PAG y ocurre en 40-70%. Su patogenia se desconoce pero se
cree, que los gérmenes llegan a las lesiones necróticas desde el intestino, ya
sea por traslocación linfática o directamente por penetración a través de la
pared intestinal (no por vía hemática). Esto se cree que es posible por el
enlentecimiento de la propulsión intestinal y los cambios en la composición de
la flora bacteriana residente. De hecho, los gérmenes habitualmente hallados en
cultivos de material necrótico son de la flora intestinal, en orden de frecuencia,
E. coli 51%; Enterococos 19%; Proteus, Klebsiella y Pseudomona 10% para cada
uno; Estafilococo 18%; Estreptococo feacalis 7% y especies de Bacteroides 6%.
También puede aparecer la Cándida. En un 59% ocurre después de las 2 semanas.
La necrosis estéril (NE) puede cursar con fiebre, leucocitosis, dolor abdominal
severo, hiperdinamia circulatoria y disfunciones o fallas orgánicas, por lo
cual el diagnóstico de NI puede ser dificultoso. Pero es de fundamental
importancia ya que la NI sin intervención tiene una mortalidad del 100%. La TC
puede revelar la presencia de NI solo cuando existe gas retroperitoneal, lo
cual ocurre en no mas del 30% de los casos. En ausencia de gas retroperitoneal,
el diagnóstico de NI surge de la combinación del cuadro clínico, la presencia
de lesión local en la TC y el análisis bacteriológico de una punción percutánea
guiada por TC o ECO (bacteriología percutánea) (6 - 7 - 9 - 12).
Existen dos situaciones en las cuales se puede postular el diagnóstico de NI:
1) La primera es en el enfermo que, después de una desactivación del SIRS
inicial, presenta una reinstalación del mismo síndrome (recidiva inflamatoria)
y evidencias de lesión local en la TC. En este caso el diagnóstico más probable
es el de NI o un AP (sí la lesión es una colección líquida circunscripta).
Aunque la bacteriología percutánea puede confirmar el diagnóstico, es
innecesaria, ya que el tratamiento va a ser el mismo (cirugía). 2) La segunda
situación es más compleja por el hecho de que la persistencia del SIRS después de
los primeros 7 -10 días, puede asociarse tanto con una NE o NI. En este caso la
bacteriología percutánea puede decidir la conducta terapéutica (ver mas
adelante). Ocasionalmente la NE puede ser mortal por falla multiorgánica (9).
La diferencia
entre la NI y el AP es que en el AP hay presencia de pus, por lo menos un
cultivo positivo para la presencia de bacterias u hongos y la presencia de poca
o ausente necrosis pancreática. El AP puede ocurrir en ataques inicialmente
leves o moderados y se exterioriza clínicamente en forma tardía, a diferencia
de la NI que siempre ocurre en ataques inicialmente graves. El AP y la NI
difieren en su expresión clínica, así como también en la extensión de la necrosis
asociada. La distinción entre uno y otra es básica por cuanto que el riesgo de
mortalidad en la NI es el doble que en el AP (7 - 9 - 10 - 11).
· Flemón (F): este término se utilizó para describir una masa abdominal
palpable compuesta de tejido inflamatorio estéril (10). Muchos
autores también utilizaban este término con diferentes significados ya sea una
masa de tejido edematoso, necrótico, estéril o infectado con o sin presencia de
CLA o hemorrágicos. Por lo cual no debe ser utilizado(11).
· Pseudoquiste infectado (PI): su denominación debe ser reemplazada por la de absceso
pancreático.
· Pancreatitis hemorrágica (PH): describe más un aspecto macroscópico del páncreas y del
tejido peripancreático observado en la cirugía o en la autopsia (11).
Por esto se recomienda este término para los diagnósticos postmorten (10).
EvoluciOn, oportunidad diagnOstica e indicaciOn quirUrgica
No se dispone de un tratamiento específico
capaz de detener el proceso de autodigestión, mecanismo esencial de la
pancreatitis (6). En la mayoría de los pacientes (aproximadamente el
85 a 90%) con PA, la enfermedad cura espontáneamente, por lo general después de
3 a 7 días de iniciado el tratamiento (4).
El tratamiento de la PA es fundamentalmente
médico y expectante en los pacientes con PAL y que no presenten complicaciones
graves. La cirugía se reserva para las complicaciones tardías o para intentar
cambiar el curso de la enfermedad en la PAG (2). También se sugiere
ante la duda diagnóstica (1 - 9).
El objetivo del tratamiento médico es disminuir
la secreción pancreática, o sea "dejar que el páncreas descanse" o
"poner el páncreas en reposo" (4 - 6). Las medidas que se
adoptan para tal objetivo son empíricas y ninguna de ellas puedo demostrarse
científicamente, ni con trabajos con pacientes controlados, que tengan algún
efecto beneficioso a ciencia cierta. Pero a pesar de ello se siguen utilizando,
dependiendo de cada servicio de cirugía, UCI o clínica (6 - 11).
1) Tratamiento de la
inflamación pancreática:
·
Supresión de
la ingesta oral (9 - 11 - 12):
tanto de líquidos como de sólidos, es imprescindible para evitar toda
estimulación pancreática. Una vez desaparecidas las evidencias clínicas de
inflamación aguda (dolor, distensión, íleo, disfunciones orgánicas) y siempre
que no existan complicaciones locales, la alimentación oral puede ser reanudada
progresivamente. En las PAG, una vez que el paciente fue estabilizado (del
punto de vista hemodinámico y respiratorio) o existen lesiones locales, se debe
establecer una nutrición parenteral total (NPT) debido al íleo paralítico. Una
vez recuperado el tránsito intestinal, la nutrición enteral total (NET), puede
instaurarse a partir de una sonda nasoyeyunal o una yeyunostomía en el caso que
el paciente haya sido operado (en el mismo tiempo quirúrgico). Tanto la NPT
como la NET son efectivas pero la NET tiene ventajas evidentes e indiscutibles:
ü Previene la
atrofia de la mucosa intestinal y la traslocación bacteriana.
ü
Aporta glutamina.
ü
Evita la sépsis por catéter, tan frecuente en los pacientes
críticos.
ü
Menos costosa.
Esta forma de alimentación se debe continuar hasta que las lesiones locales definan su evolución (regresión espontánea o complicación local).
·
Aspiración
nasogástrica: se encuentra
indicada en presencia de vómitos, náuseas severas y el desarrollo de íleo
paralítico completo (6).
·
Reposición
adecuada del volumen: es
imprescindible mantener el volumen intravascular y la presión capilar, lo cual
requiere una vía central, para evitar complicaciones asociadas como insuficiencia
renal. En las formas graves, para mantener una diuresis adecuada son precisos 4
a 6 l/d o más. Cuando se emplean cantidades elevadas de fluidos o se precisa
una reposición rápida de la volemia se puede emplear albúmina, gelatinas,
hidroxietilamidón, etc.. Puede administrarse una unidad de albúmina sérica
humana (12,5g) por litro de líquido infundido. El tipo de solución de
reposición administrada es menos importante que la restauración rápida y suficiente
del volumen (6 - 7 - 9).
·
Analgesia: es un aspecto esencial del tratamiento durante las primeras
48 horas del ataque, período durante el cual el dolor es más intenso. El
clorhidrato de meperidina (Demerol), es de elección, en dosis de 75 a 125 mg
cada 3 a 4 horas por vía intramuscular, ya que sus eventuales efectos
perjudiciales por espasmos del esfínter de Oddi jamás han sido demostrados (6
- 7 - 9).
·
Profilaxis
antibiótica: no deben
prescribirse en la PAL, pero está indicado en ataques con lesión local
significativa, o sea, en los casos de necrosis demostrada en TC, para disminuir
el riesgo de infección local. Los aminoglucósidos y las cefalosporinas carecen
de penetración en el jugo pancreático; por el contrario, las quinolonas y el
imipenem alcanza concentraciones útiles en el páncreas y en los tejidos
necróticos. La dosis de imipenem aconsejada es de 0,5g endovenoso cada 8 horas
durante 14 días. Estudios prospectivos tempranos mostraron una reducción significativa
en la incidencia de infección pancreática en pacientes que recibieron
cilastatin-imipenem intravenoso. La reducción de la mortalidad no fue
demostrado en este estudio, pero en un estudio retrospectivo reciente entre 75
pacientes sí. La terapia deberá comenzar ni bien se diagnostica la necrosis
pancreática y continuar como mínimo 2 a 4 semanas.
En ausencia de
necrosis, otra indicación temprana de antibióticoterapia es para prevenir la colangitis
en ataques de etiología biliar asociados con un colédoco dilatado en la ECO (7
- 9 - 11 - 12).
·
Decontaminación
selectiva del intestino (DSI): primero
estudios en animales y luego comprobado en humanos han demostrado una
disminución de la incidencia de infección pancreática por gram negativos y
disminución de la mortalidad tardía (después de la segunda semana) en pacientes
tratados con DSI. Esto consiste en la administración de antibiótico por vía
oral y rectal para reducir la cantidad de bacterias en el intestino, que como
se comprobó, hay una colonización previa del tubo digestivo por el gérmen que
luego infecta la necrosis pancreática. Los antibióticos que se usan son
norfloxacina, colistina y anfotericina. También se está utilizando nistatina
por vía oral ya que la frecuencia con la cual se coloniza el tubo digestivo con
cándida es elevadísima en estos pacientes. En el Hospital Durand, la
inclinación actual es hacia el uso de imipenem y nistatina en forma profiláctica.
·
Bloqueantes H2: no está comprobado que tengan algún beneficio para la PA,
pero sí está indicado para prevenir las úlceras de stress, y es una de las
medidas de sostén que se sigue realizando empíricamente. Los fármacos
utilizados son hidróxido de aluminio o magnesio, cimetidina, ranitidina,
femotidina, etc.. O´KEEFE y col. han corroborado un aumento en la incidencia de
complicaciones sépticas en pacientes críticos a los cuales se le indicaba
ranitidina respecto de aquellos a los que se les administraba sucralfato (2
- 6 - 9 - 11).
·
Otras drogas: la siguiente lista de fármacos son ineficaz para el
tratamiento de la PA, comprobado en ensayos controlados y prospectivos:
anticolinérgicos, aprotinina, glucagón, calcitonina, inhibidores de la
anhidrasa carbónica, somatostatina e inhibidores de la fosfolipasa A2
(4 - 6 - 7 - 11).
2) Manejo de
las complicaciones sistémicas:
·
Los pacientes con insuficiencia
respiratoria generalmente requieren intubación endotraqueal y
ventilación controlada con aplicación de presión positiva de fin de espiración
(PEEP). Con un diagnóstico temprano y un tratamiento de sostén apropiado, el
pronóstico inmediato de esta complicación es favorable. Siempre y cuando no
surjan las complicaciones propias de la ventilación mecánica (neumonía
resistente por ejemplo), que opacarían el pronóstico del paciente (6 - 7).
·
El tratamiento de la insuficiencia
renal es el mismo que el de la necrosis tubular aguda, se restringe el
ingreso de líquido y electrolitos; el nitrógeno debe administrarse sobre todo
en forma de aminoácidos esenciales por vía intravenosa y es preciso corregir la
hiperpotasemia y la acidosis metabólica. Puede ser necesario instaurar una
hemodiálisis o un tratamiento repetido con diálisis peritoneal (6 - 7).
·
Los pacientes que permanecen hipotensos después de la reposición adecuada del volumen requieren
sustancias presoras por vía intravenosa, por ejemplo dopamina o clorhidrato de
isoproterenol (Isuprel) (6).
·
Otros medidas de sostén incluyen las siguientes correcciones
(6 - 7):
ü Hiperglucemia: con insulina
corriente, subcutánea.
ü
Hipocalcemia: con gluconato de calcio, endotubo, en
casos severos, sino no precisa corrección, ya que tiene un componente dilucional.
ü
Hipoalbuminemia: no se suele corregir, dado que tiene
un componente dilucional.
ü
Hipomagnesemia: se corrige y se observa sobre todo en
los alcohólicos desnutridos.
ü
Hiponatremia: es frecuente por formación de ascitis
y edemas, por lo que tiene causa dilucional. Pero sí se corrige cuando hay
pérdidas digestivas.
3) Tratamiento
de las complicaciones locales:
·
Colección
líquida aguda y Pseudoquiste pancreático agudo: está indicado el tratamiento conservador y la vigilancia
cuidadosa a fin de detectar signos de infección bacteriana, sangrado en el
interior y aumento de volumen. Si existe alguna de estas complicaciones está
indicado la punción aspiración con aguja fina (PAAF) guiada con ECO o TC o
tratamiento quirúrgico que consiste en drenaje externo o drenaje interno al
estómago o al yeyuno por medio de un asa desfuncionalizada en "Y de
Roux" (2 - 4 - 6).
·
Absceso
pancreático: se ha
intentado drenar las colecciones por vía percutánea con irrigación ulterior del
área, guiada por ECO o TC, pero los resultados son inferiores a los logrados
con la cirugía. La indicación de estos métodos percutáneos se debe hacer
cotejando varias cosas: la experiencia del radiólogo intervencionista, el
estado general del paciente, el tamaño del absceso, la posibilidad de que
también exista necrosis. Por lo general se realiza cirugía, laparotomía con
drenaje radical por aspiración y posiblemente necrosectomía (ver mas adelante),
debido a que la tasa de mortalidad de los AP que no se drenan se aproxima al
100%. Son frecuentes los AP múltiples y a menudo hay que volver a operar (4
- 6).
·
Necrosis
pancreática: el tiempo y
el tipo de intervención en pacientes con NP es controvertido. La mortalidad por
NE es aproximadamente del 10% y no se ha demostrado que la cirugía baje este
porcentaje. En cambio la NI es considerada fatal en un 100% sin debridamiento
quirúrgico agresivo, o sea, necrosectomía y drenaje del lecho quirúrgico.
Existen centros que hallan beneficioso, en cuanto a la reducción de la
mortalidad, al operar pacientes con una NE pero extensa (> 50% de la
glándula) y con scores elevados de APACHE II. Un grupo de médicos de la Universidad
de Bern de Suiza, en un estudio prospectivo reciente observó una tasa de
mortalidad de 1,8% (1 de 56 pacientes) en pacientes con NE tratados
tempranamente con antibióticos (imipenem/cilastatin) sin cirugía; y una tasa de
mortalidad de 24% (7 de 27 pacientes) en pacientes con NI (confirmada por PAAF
guiada con TC y cultivo) tratados con necrosectomía y drenaje del lecho
quirúrgico. Por ello concluyeron que en los pacientes con NE el tratamiento
debe ser primero conservador, con antibióticos, y si no presentan mejoría
clínica allí recién indicar cirugía. En cambio, en la Ni la indicación es la
cirugía lo mas tempranamente posible (6 - 9 - 11 - 12 - 14)
4) Tratamiento
de la patología causal (9):
La identificación y el tratamiento de la
patología causal de la PA son indispensables para evitar la repetición del
ataque. Cuando la etiología tiene un tratamiento quirúrgico definitivo
(litiasis biliar, Tumor de la papila, anomalías ductales) y el ataque
evoluciona sin complicaciones, el tratamiento de la patología causal debe
indicarse, en forma electiva, durante la misma internación. Cuando el ataque
evoluciona con complicaciones locales, la cirugía de la patología causal se
realizará, si es posible, simultáneamente con el tratamiento de las complicaciones.
Cuando no existe una etiología quirúrgica o
médica evidente, está indicado recurrir a métodos diagnósticos complementarios
que puedan identificar causas de PA menos frecuente. La CPRE es el único método
que permite diagnosticar adecuadamente las obstrucciones ductales no litiásicas
(tumor de papila o vía biliar distal, anomalías de los conductos biliar y pancreático,
parasitosis y disfunción del esfínter de Oddi) o en pacientes colesistectomizados
en quienes se sospecha litiasis residual a los cuales se le realizó
esfinterotomía endoscópico.
La citología percutánea o la búsqueda de
células neoplásicas en líquido ascítico son los procedimientos diagnósticos
indicados cuando se sospecha el carcinoma de páncreas primitivo o metastásico,
ya que es muy difícil de detectar.
1) Necrosectomía y drenaje del lecho quirúrgico
(11
- 12):
La necrosectomía consiste en resecar los
tejidos necróticos, respetando los sanos y vascularizados, así como la
evacuación de todas las colecciones. Es una toilette que se efectúa mediante maniobras
romas y digitoclasia, sin instrumental ya que la palpación logra identificar
estructuras nobles (vena esplénica, vena mesentérica superior, etc.) que queden
ocultos y rodeadas de este tejido necrótico que característicamente tienen un
color gris e incluso negruzco.
Para el drenaje del lecho quirúrgico, y
evitar las recurrencias de la infección y persistencias de focos sépticos se
han delineado dos tendencias terapéuticas:
1. Necrosectomía
con sutura de la laparotomía y un lavado postoperatorio contínuo de la retrocavidad
de los epiplones (propuesto por un grupo quirúrgico de la Universidad de
Ulm): la técnica del lavado local contínuo con 7 litros diarios promedio se
realiza a través de dos drenajes de doble lumen que se ubican en la
retrocavidad de los epiplones y que se exteriorizan por contraabertura en ambos
flancos. El lavado se prolonga hasta obtener un líquido con nulo o escaso
material desvitalizado, normalización de las concentraciones de enzimas
pancreáticas dosadas en el líquido y la desaparición de los signos de actividad
de la PA.
La mortalidad
para el grupo de la Universidad de Ulm fue de 14%, pero otros centros presentaron
un aumento, entre 21 y 28%. Puede constatarse con esta técnica la formación de
abscesos, hemorragias locales o difusas y fístulas intestinales.
2. Necrosectomía
con drenaje abierto con reexploraciones planeadas cada 48 - 72 horas (propuesto
por Bradley III):
El drenaje abierto implica mantener separados mediante gasas o guantes de goma,
el estómago en sentido cefálico y el colon transverso en sentido caudal, de tal
manera que la retrocavidad de los epiplones queda en comunicación con el
exterior al finalizar la necrosectomía. Bradley III sistematiza
unas curaciones repetidas cada 48 - 72 horas para efectuar necrosectomías
reiteradas. Estas primeras toilettes se realiza en el quirófano y
posteriormente cuando el tejido de granulación va extendiéndose por el
retroperitoneo se realizan en la UCI. La brecha operatoria cicatriza por
segunda.
En una versión posterior de esta técnica,
una vez invadido el retroperitoneo por tejido de granulación se colocan dos
gruesos drenajes en la cavidad y se cierra la pared abdominal. Los drenajes se
utilizan para lavar esta cavidad residual en el postoperatorio. Modificación mediante
se ha logrado reducir el promedio de internación y el número de reexploraciones.
Las complicaciones son hemorragias graves
retroperitoneales (vasos sanguíneos expuestos) y fístulas digestivas, por el
traumatismo en el cambio del packing. En el Hospital Durand, donde se reemplazaron
las gasas por los guantes de goma, no han tenido hemorragias graves.
En el caso de la modificación de la técnica,
las fístulas digestivas son más frecuentes debido al decúbito de los drenajes.
La evisceración y la eventración son otras complicaciones posibles. La mortalidad
se redujo a un 14%.
Las complicaciones en las dos técnicas son
fístulas pancreáticas (que curan en todos los casos), obstrucción duodenal (que
desencadena un trastorno en el vaciamiento gástrico) y diabetes (resultado de
la pérdida de tejido pancreático, en el postoperatorio alejado).
2) Lavados
peritoneales (LP) (7 - 11):
El valor terapéutico de los LP en las PAG
ha sido discutido, aunque parece disminuir la incidencia de infección no reduce
la mortalidad. Se ha supuesto que la mejoría se debería a la eliminación del
líquido peritoneal que evitaría la acción de las enzimas digestivas y los productos
tóxicos liberados, disminuyendo así las complicaciones asociadas a la PA. Hay
mejoría sustancial en la fisiología respiratoria y cardiocirculatoria con LP
iniciados dentro de las 48 horas de instalada la enfermedad y realizados
diariamente durante 2 a 4 días, con reducción de la mortalidad temprana
(relacionado con el SIRS) pero no con la mortalidad alejada (relacionada con
complicaciones sépticas). Si el LP se prolonga 7 días, sí hay reducción de
complicaciones sépticas y reducción de mortalidad alejada (fue observado por
Ranson pero no fue demostrado científicamente y con errores en su trabajo). En
conclusión, el LP sigue siendo un tema controvertido en cuanto a su utilidad,
si bien existe una tendencia a aceptar que resultaría beneficioso durante la etapa
del SIRS.
3)
Colangiopancreatografía Retrógrada Endoscópica y Esfinteropapilotomía (CPRE-
EP) (7 - 9 - 11 - 12):
Se propuso la CPRE-EP de urgencia o precoz
en las PA de origen biliar con el propósito de extraer un eventual cálculo
migrador retenido en la papila. El principio de esta indicación fue la descompresión
del conducto pancreático y realizado dentro de las 48 horas del ataque,
evitaría la transformación de una PA edematosa en necrótica. Esta hipótesis, no
ha sido hasta ahora probada, y por el contrario, parecería que la cirugía
temprana agrava el pronóstico del ataque, aumentando las complicaciones
pancreáticas sépticas y la mortalidad (la necrosis estéril, teóricamente se
podría infectar). Incluso puede agravar un ataque leve.
La única indicación absoluta de CPRE - EP
precoz, hasta el momento avalado por estudios, es en los pacientes con PAG de
origen biliar, con cálculo impactado en la papila, elevación progresiva de
bilirrubina, de la GGT y de la FAL y un cuadro compatible con una colangitis
aguda. Esta asociación sólo ocurre en menos del 5% de los ataques de etiología
biliar.
Otra indicación de CPRE - EP precoz sería
en la India, debido a la elevada incidencia, hasta un 23%, de pancreatitis por
obstrucción biliar por ascariasis.
4) Procedimientos
percutáneos (11 - 12):
Los drenajes percutáneos (DP) han fracasado
en el tratamiento de la mayor parte de las imágenes hipodensas observadas en
las TCD. Este fracaso se debe a drenajes incompletos, presencia de gran
necrosis (que no fue valorada en la TC), falta de experiencia por parte de
algunos radiólogos intervencionistas y la razón más grave es la infección de la
necrosis estéril, hallada quirúrgicamente a posteriori de un DP, provocado por
dicho procedimiento percutáneo.
El drenaje no quirúrgico de la NP, sea practicado en las primeras semanas o primer mes o más tarde del comienzo de la PA, debería ser intentado solamente por endoscopistas intervencionistas expertos o radiólogos intervencionistas familiarizados con las complicaciones potenciales y el tiempo requerido para el drenaje pancreático satisfactorio. La NE drenada inadecuadamente puede llevar a la NI, que amenaza la vida. Sería muy útil la creación de un equipo dedicado al planeamiento de las intervenciones pancreáticas, donde algunos pacientes podrían beneficiarse con drenaje o por una combinación de métodos.
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