Por lo extenso del tema
dividiremos este artículo en dos partes a ser publicadas en el actual
número de la revista de la cátedra (mes de octubre 2.002)
y en el correspondiente al mes de noviembre. En este momento nos ocuparemos
de la etiopatogenia, fisiopatología, y clínica del shock.
Es un síndrome
de instalación aguda consistente en el déficit del riego
sanguíneo a los tejidos.
Es un cuadro grave,
que puede llevar a la muerte, librado a su evolución espontánea
o tratado incorrectamente, y para que esto no suceda, es importante el
conocimiento de su etiopatogenia, fisiopatología, la farmacología
de algunas drogas y el manejo de algunos recursos físicos y maniobras.
Etiopatogenia:
Las células,
para poder desarrollar sus actividades, requieren energía que obtienen
de su metabolismo para lo cual necesitan una buena perfusión tisular
que les aporte oxígeno y nutrientes y elimine los productos de desecho.
Este intercambio entre la sangre y los tejidos se produce entre la microcirculación,
el espacio intersticial y las propias células a través de
barreras como el endotelio capilar y la membrana celular.
Hay tres elementos
primordiales que intervienen en el aporte adecuado de sangre a los tejidos:
Si las arteriolas y/o las vénulas se dilatan ocasionando estancamiento de sangre en la periferia interfiriendo con un buen retorno venoso, y luego, la hipertensión intracapilar así causada, determina, primero un exceso de salida de agua y electrolitos, y posteriormente la fuga de proteinas al intersticio. Esto agrega pérdida de la volemia y agrava la dificultad del retorno venoso al aumentar la viscosidad de la sangre.
Estos tres mecanismos básicos, originados en las múltiples causas del síndrome, dan un matiz específico y diferencial a la fisiopatología y la clínica que por otra parte alberga manifestaciones comunes de bajo aporte sanguíneo periférico. Esto, a su vez, lleva a particularidades del tratamiento.
a) La disminución de la volemia efectiva (sangre circulante) puede producirse a través de:
hemorragias evidentes (melena, enterorragia, hematemesis, ginecorragia) o inaparentes (hemoperitoneo, hemotórax, hematoma retroperitoneal, grandes hematomas musculares y óseos en los politraumatismos) .
Pérdida de plasma: quemaduras extensas, exudaciones por peritonitis, pancreatitis y pleuresías.
Pérdida de agua y electrolitos del plasma (especialmente sodio): vómitos, diarrea, sudoración profusa, poliuria de las nefritis perdedoras de sal o de la fase de recuperación de la insuficiencia renal aguda o en la resolución de la uropatía obstructiva, la diabetes insípida o la insuficiencia suprarrenal aguda.
b) El fallo brusco de la función expulsiva del corazón puede ser producida por:
Enfermedades del miocardio: infarto de miocardio extenso (cara anterolateral), una miocarditis aguda.
Taponamiento cardíaco (acumulación brusca de sangre o exudados en la cavidad pericárdica) que restringe el llenado cardíaco, principalmente.
Un reflujo agudo de sangre del ventrículo izquierdo (insuficiencia mitral aguda por necrosis del músculo papilar o por rotura de cuerdas tendinosas en un infarto o en un traumatismo cardíaco), todo ello restringe el volumen sistólico
Una arritmia que curse con extrema aceleración (taquicardia ventricular) interfiriendo con el llenado ventricular y disminuyendo el gasto cardíaco. El retardo intenso de la frecuencia cardíaca (bloqueo aurículo ventricular completo) también baja el volumen minuto cardíaco.
c) La disfunción endotelial y vasomotora de la microcirculación genera, primero, una hipovolemia relativa por estasis sanguínea en la periferia con insuficiencia del retorno venoso al corazón y luego una hipovolemia absoluta por pérdida de plasma en los capilares.
Estas situaciones se producen en las sepsis (invasión sanguínea por bacterias y/o sus toxinas), en la pérdida del control neurológico simpático sobre el calibre vascular (como en la anestesia general, en las intoxicaciones por barbitúricos u opiáceos, en las secciones altas de la médula espinal) o bien cuando el choque antígeno - anticuerpo induce la liberación celular de substancias vasodilatadoras.
d) La obstrucción brusca del flujo sanguíneo al corazón o desde él a los tejidos ocasiona también shock.
El primer mecanismo de disminución del gasto cardíaco se puede comprobar en una trombosis masiva auricular, neumotórax hipertensivo, derrame pericárdico agudo masivo y embolia del tronco de la arteria pulmonar o del nacimiento de sus dos ramas.
La oclusión de la eyección ventricular izquierda a la periferia se observa en el aneurisma disecante de la aorta.
Estos cuatro grandes caminos de llegada al fracaso del riego sanguíneo a los tejidos permiten un esbozo de clasificación:
Shock hipovolémico
Shock cardiogénico
Shock por alteración microvascular
Shock por obstrucción del flujo sanguíneo
La llegada de sangre a
los tejidos depende de la presión arterial (que impulsa la sangre
hacia la periferia) y de la resistencia del lecho vascular (que se opone
a la llegada de sangre a los órganos).
Un determinante primordial
de la presión arterial es el gasto cardíaco (volumen minuto)
el cual depende del volumen al final de la diástole (regulado por
el retorno venoso al corazón a través de las venas cavas
y pulmonares), del estado inotrópico (la fuerza de contracción
de los ventrículos) y de la frecuencia cardíaca
A su vez esta resistencia
vascular depende del estado anatómico de los vasos arteriales (grosor
de pared y diámetro de su luz) y del tono y la motilidad de las
fibras musculares que modifican el diámetro de la luz vascular.
Sobre ella actúan factores generales (el sistema nervioso vegetativo,
hormonas y sustancia vasoactivas) y locales (derivados del metabolismo
celular liberados en cada órgano y que actúan sobre la motilidad
vascular local determinando la distribución del flujo sanguíneo).
Sobre estas funciones
o variables actúan las diferentes causas del shock.
La hipovolemia, la
falla de la bomba cardíaca y la obstrucción del flujo sanguíneo
conducen al shock por medio de la caida del gasto cardíaco.
La alteración
de la resistencia arteriolovenular y de la permeabilidad de la pared capilar
son las alteraciones causantes del shock microvascular.
En realidad, estos
enunciados no son absolutos porque ambas alteraciones se combinan en su
efecto y así tenemos que en el cuadro originado por la disminución
del gasto cardíaco, se produce en estadíos avanzados, estasis
sanguínea y pérdida de agua y de iones en la microcirculación.
Lo mismo, en el shock vasogénico, la estasis y la exudación
conducen a hipovolemia, disminución del retorno venoso y caída
secundaria del volumen minuto cardíaco.
La caída del
gasto cardíaco en la hipovolemia, falla de la bomba cardíaca
y obstrucciones del flujo sanguíneo al, o, desde el corazón
desencadena una reacción defensiva de tipo simpático en virtud
de la cual los presorreceptores ubicados en la aorta ascendente y parte
horizontal del cayado, sensibles al estiramiento determinado por la presión
de la sangre sobre la pared arterial y que normalmente inhiben por vía
centripeta los centros simpáticos del tronco cerebral, dejan de
ser estimulados por la caida de la presión intraarterial con lo
cual los centros cardioaceleradores y vasoconstrictores bulbares comienzan
a enviar estímulos que bajan a las astas laterales de la médula
espinal que las retransmiten a los nervios simpáticos que van a
los vasos sanguíneos cuyas terminaciones liberan noradrenalina que
por un lado producen vasoconstricción periférica con la disminución
del riego en el área cutánea, esplácnica, renal y
muscular desviando sangre hacia órganos más importantes en
ese momento como el miocardio y el encéfalo. Esta descarga hormonal
a nivel del miocardio determina vasodilatación coronaria, la aceleración
de la frecuencia cardíaca y aumenta la contractilidad de sus fibras
musculares. De esta manera se compensa la caída del gasto cardíaco
y aumenta la presión arterial. En el ventrículo izquierdo
existe existe receptores del mismo tipo y con la misma acción que
los aórticos que refuerzan la descarga simpática. En la bifurcación
carotídea (seno carotídeo) y cayado aórtico existe
quimirreceptores sensibles a la concentración de O2, CO2 y el pH
que en presencia de valores normales de estas constantes inhiben por vía
refleja los centros cardioacelerador y vasoconstrictor bulbares. Ya veremos
que en el shock existe hipoxemia, hipercapnia y acidosis con lo cual los
estímulos cesan y liberan los centros nerviosos con consiguiente
la estimulación simpática miocárdica y vascular que
aumentan más aún el volumen minuto y la presión arterial.
También existe
una respuesta compensadora hormonal a través de la descarga de vasopresina,
cortisol, adrenalina, renina-angiotensina y aldosterona inducidas en forma
directa o indirecta por la isquemia tisular y cuya acción es el
aumento de la volemia por retención renal de agua y sodio y la intensificación
de la vasoconstricción periférica. Todo ello aumenta el gasto
cardíaco y la presión arterial. Asimismo, en la neurohipofisis
se acumula â endorfina que se libera en el stress y tiene efecto
depresor miocárdico y su efecto es antagonizado por la TRH (hormona
liberadora de tirotrofina) que también está aumentada en
el stress.
A nivel local, es decir
en cada órgano considerado aisladamente, existe una autorregulación
de la microcirculación que es independiente de los factores generales
antes mencionados. Un mecanismo local es el reflejo miógeno en virtud
del cual la musculatura de los vasos se relaja y éstos se dilatan
cuando la presión en su interior desciende. Además, la isquemia
produce hipoxia, acidosis y liberación de metabolitos, como la adenosina
y prostaciclina, que también concurren a dilatar el lecho vascular
oponiendose a la hipoperfusión tisular. Esta autorregulación
no es la misma en todos los órganos siendo más evidente en
el cerebro, miocardio y riñones por lo que sufren menos las consecuencias
del shock y que por otra parte los dos últimos son esenciales para
compensar el bajo gasto cardíaco con el aumento de la función
de la bomba y de la volemia.
En el shock por alteraciones
de la microcirculación, lo primario es el estancamiento de la sangre
en la periferia con el consiguiente descenso del retorno venoso al corazón
y esto lleva a la disminución secundaria del gasto cardíaco.
La volemia absoluta, la función de la bomba aspirante impelente
y sus conductos de entrada y salida funcionan adecuadamente. Entonces,
¿cuál es el mecanismo para llegar al shock?. En el caso del
shock anestésico, por tóxicos depresores del sistema nervioso
central y en las secciones medulares, todo parece residir en la interrupción
de las descargas simpáticas que regulan el tono de las fibras musculares
lisas de las arteriolas y las vénulas, ello produce vasodilatación
generalizada, estasis y por último, disminución del llenado
cardíaco. En el shock anafiláctico, la reacción inmunológica
activa el complemento (diferentes proteinas del plasma inactivas que son
hidrolizadas o modificadas físicamente y que liberan péptidos
con acción vascular directa o indirecta). Por ejemplo, la fracción
2 activada (C2) produce bradiquina, potente vasodilatador. C3 y C5 activados
inducen liberación de histamina por los mastocitos y los leucocitos
basófilos, que es vasodilatadora y broncoconstrictora. También
los eosinófilos liberan el factor eosinófilo de la anafilaxia
que colabora en la relajación del músculo vascular. Todas
estas moléculas vasodilatadoras desencadenan el atrapamiento sanguíneo
en los tejidos. En el shock séptico las endotoxinas o exotoxinas
inducen la liberación de varios mediadores con acción vascular
y sobre diferentes células. En primer lugar, hay activación
del complemento con similares efectos a la anafilaxia. En segundo lugar,
los macrófagos, leucocitos y eventualmente las plaquetas, liberan
varias sustancias: a) la lesión endotelial suprime la secreción
de prostaciclina (que es vasodilatadora y antiagragante plaquetaria) mientras
que el daño de la membrana celular plaquetaria estimula la enzima
ciclo-oxigenasa que actúa sobre el ácido araquidónico
de la misma con producción de tromboxano A2 y prostaglandina E2
que es vasoconstrictora y agregante plaquetaria. Vemos que ésta,
además de un efecto vascular que produce isquemia tisular directa,
produce una acción indirecta sobre la coagulación sanguínea
al agregarse las plaquetas y liberar factor plaquetario III, esta hipercoagulabilidad
producirá microtrombos que ocluirán más vasos e irreversiblemente.
Además, el consumo de factores por esta coagulación intravascular
diseminada producirá hemorragias que agravarán el bajo gasto
cardíaco. Otro mediador, liberado por los macrófagos es el
factor de necrosis tumoral cuyos efectos perjudiciales son la estimulación
de la prostaglandina E2 plaquetaria y la activación de neutrófilos
que a su vez liberan enzimas lisosomales que dañan más aún
el endotelio microvascular y leucotrienos, lípidos de membrana con
acción vasoconstrictora y broncoconstrictora. El factor activador
de plaquetas, liberado por fagocitos, además de inducir la liberación
de prostaglandina E2 y agregación plaquetaria aumenta la permeabilidad
del endotelio capilar. La interleuquina I, con igual origen es procoagulante
y pirógena. También se ha descrito recientemente, en todos
los tipos de shock, el factor depresor miocárdico, una proteina
liberada por células acinares de las glándulas pancreáticas
durante la isquemia esplácnica por la repuesta simpática
al descenso del gasto cardíaco. Este agente deprime el inotropismo
miocárdico y estimula la contracción del músculo liso
vascular. El interferón gamma liberado por los linfocitos T estimula
los macrófagos para la fagocitosis y lisis bacteriana.
Fisiopatología:
En las formas de shock
donde la alteración primaria es la disminución del gasto
cardíaco (hipovolémico, cardiogénico y obstructivo)
la reducción de la perfusión tisular depende por un lado
del grado de reducción del mismo a lo que se agrega la vasoconstricción
reactiva neurohumoral, estos mecanismos tienden a combatir la hipotensión
arterial y mejorar la llegada de sangre a los órganos importantes
para el manejo de la situación; por otro lado, la autorregulación
circulatoria local trata de atenuar el hipoflujo sanguíneo debido
al bajo gasto cardíaco y a la reación simpáticohumoral.
En los primeros estadíos del shock la caida del flujo sanguíneo
es pequeña en los órganos vitales como el miocardio y cerebro.
Si la causa desencadenante persiste en su acción, la isquemia tisular
producida por la actividad simpático adrenal agrava la hipoxia y
genera acidosis. Estas dos relajan los esfínteres arteriolares (precapilares)
que son muy sensibles a ellas, pero no a los esfínteres venulares
(postcapilares) que son más resistentes. Lo cierto es que estos
hechos inducen mayor llegada de sangre a los capilares que estaban exangües
pero la sangre queda estancada en la periferia y no llega al corazón
porque los esfínteres postcapilares se lo impiden. El resultado
es el aumento de la presión hidrostática intracapilar con
fuga de agua, sales y albúmina al compartimiento intersticial. Esto
agrava la situación porque disminuye aún más la volemia
y el retorno venoso. El último intento compensador de la hipoxia
tisular, es la disminución de la afinidad de la hemoglobina por
el oxígeno por la acidosis con lo que se facilita su liberación
a las células. Si la situación sigue progresando se llega
a la irreversibilidad del shock en la cual se producen daños celulares
por el metabolismo anaerobio en el cual se consume glucosa en lugar de
ácidos grasos y pirúvico con producción de ácido
láctico en lugar de acetil coenzima A. Este se acumula en las células
y pasa a la sangre no pudiendo ser metabolizado por el hígado debido
a sus células sufren también la isquemia. El resultado es
la producción de acidosis metabólica con efecto deletéreo
sobre varios parénquimas. El dismetabolismo reduce la producción
de ATP y fosfocreatina con lo que la célula no obtiene energía
y se alteran las membranas, la celular que altera los movimientos de Na+
y K+ con repercusión sobre los potenciales de acción, y las
de los lisosomas con liberación de enzimas que atacan el citoplasma
y el núcleo celular llevando a la necrosis. A esta situación
ayudan los radicales libres de oxígeno liberados dentro mismo de
las células y que por tener un electrón sin su par son muy
reactivos y se combinan con lípidos insaturados y grupos sulfidrilos
de las membranas lesionandolas.
En el shock por alteración
primaria de la microcirculación con mala distribución de
la sangre (séptico, anafiláctico y neurogénico) no
hay en un primer momento disminución del gasto cardíaco sino
un atrapamiento y exudación de la sangre en la microcirculación.
En el shock neurogénico y anafiláctico la primero es la vasodilatación
que lleva a la estasis y secundariamente a la exudación capilar.
En la variedad séptica, junto a la estasis se instala la exudación
por que además de vasodilatación hay lesión endotelial
precoz por las endotoxinas y mediadores liberados. También hay coagulopatía
por consumo debido a que las toxinas bacterianas inducen liberación
de mediadores de los neutrófilos y macrófagos que activan
factores de la coagulación, especialmente factor VII (vía
extrínseca). Estas toxinas al lesionar el endotelio vascular e inducir
la agregación plaquetaria activan la vía intrínsea.
De cualquier manera, se produce hipoxia celular que ocasiona los mismos
trastornos que en los casos de afectación primaria del volumen minuto
cardíaco.
Este juego vasoconstricción
- vasodilatación con estasis y exudación a nivel de la microcirculación
pulmonar produce edema del intersticio (tabiques interalveolares) y disminución
del surfactante por los neumonocitos. El resultado es el colapso del alvéolo
y el pasaje de proteinas plasmáticas y agua desde el intersticio
al espacio aéreo determina la formación de membranas hialinas
sobre su superficie y edema en su interior. Como se comprende, el intercambio
gaseoso alvéolo - capilar está totalmente alterado y determina
insaturación de la sangre que abandona los pulmones que agrava la
hipoxia tisular propia de la isquemia por la falla circulatoria. Este conjunto
de alteraciones reciben el nombre de pulmón de shock o distress
respiratorio del adulto
Evolución del shock:
Todos estos acontecimientos
relatados suceden progresivamente, en períodos, de menor a mayor
gravedad pasando de la reversibilidad a la irreversibilidad. Hay tres etapas
a saber:
Etapa I: Shock
compensado: en el shock temprano la disminución del gasto cardíaco
o la estasis circulatoria periférica causa hipotensión arterial
y desencadena la respuesta compensadora para mejorar el flujo sanguíneo
a órganos vitales. Las manifestaciones del deterioro hemodinámico
son sutiles y se requiere un alto índice de sospecha para diagnosticar
el cuadro. La presión arterial puede ser normal o muy levemente
baja. El pulso está acelerado, la presión diferencial reducida,
la piel pálida y fría con relleno capilar subungueal lento.
La diiuresis horaria está levemente disminuida o en el límite.
En este momento, un tratamiento oportuno tiene muchas posibilidades de
éxito.
Etapa II: Shock
descompensado: los mecanismos compensadores puesto en juego en la etapa
anterior son insuficientes para mantener una buena irrigación a
órganos vitales los cuales comienzan a claudicar. Se observa deterioro
mental (estado confusional), oliguria (con densidad urinaria alta o normal)
y puede demostrarse isquemia miocárdica. Los pacientes muestran
el cuadro clínico clásico del shock con taquipnea y algunos
rales pulmonares, taquicardia con pulso filiforme (blando, pequeño
y acelerado) a veces impalpable. La piel está fría y húmeda,
pálida con moteado azulado alternando con la palidez en las manos
y pies. En esta etapa el tratamiento enérgico y sin dilaciones puede
salvar la vida del paciente.
Etapa III: Shock
irreversible: la isquemia prolongada de órganos ha llevado alteraciones
celulares irreversibles con necrosis. El metabolismo anarobio ha conducido
a acidosis láctica agravada por la acidosis renal debido a la necrosis
tubular aguda. El daño endotelial y los mediadores liberados inducen
coagulación intravascular diseminada. La isquemia gastrointestinal
daña las mucosas que pueden necrosarse y ulcerarse dejando pasar
bacterias de su contenido a la circulación y sangrado digestivo.
La estasis sanguínea y la pérdida de agua, sales y albúmina
plasmática producen severa caída de la tensión arterial.
La isquemia miocárdica produce mayor descenso del gasto cardíaco
y la isquemia encefálica lleva al coma. El pulso es difícilmente
palpable y la piel es fría y cianótica. Hay anuria u oliguria
marcada con densidad urinaria permanentemente baja. Mentalmente el paciente
está en sopor o en coma. Puede haber ictericia y púrpura.
La respiración es acelerada, superficial y con estertores húmedos
diseminados. Cualquiera sea el tratamiento aplicado el paciente va al óbito.
Sintomatología:
En el shock con disminución
primaria del volumen minuto cardíaco (hipovolémico, cardiogénico
y por obstrucción vascular) las manifestaciones principales son
las que hemos esbozado en el párrafo anterior sobre su evolución:
inquietud, hipotensión arterial, pulso pequeño y acelerado,
piel sudorosa, pálida o cianótica y fría con relleno
capilar lento, oligoanuria. Todo esto en un contexto de un paciente que
ha sufrido un traumatismo, una hemorragia interna o externa, una afección
cardíaca aguda o una obstrucción de grandes vasos. Las manifestaciones
del shock se instalan inmediatamente después de la sintomatología
de la enfermedad causal y se superponen a ella.
En el shock por brusca
vasodilatación y estasis sanguínea en la microcirculación
(séptico, anafiláctico, neurogénico) la hipotensión
arterial no es tan marcada, la piel no está fría ni húmeda
ni pálida, al contrario suele conservar su temperatura normal o
en el caso de la sepsis está caliente o bien hay hipertemia rectal
o bucal. En el caso del shock anafiláctico hay erupciones urticarianas
o placas de edema de Quincke en la pìel y semimucosas con signos
de broncoespasmo en un contexto de antecedentes alérgicos previos
y/o de haber recibido algun medicamento. En el shock neurogénico
hay antecedentes de traumatimo craneal o raquídeo, estado de coma,
cuadriplejía o paraplejía fláccidas. El pulso suele
ser bastante fácil de palpar en todos los casos. En caso de infecciones
que evolucionan al shock, al desenlace se llega progresivamente después
de un periodo con fiebre y la sintomatología del foco infeccioso
(generalmente urinaria, genital, peritoneal o de víscera hueca abdominal,
o respiratoria). El pulmón de shock, las hemorragias por coagulación
intravascular diseminada y la ictericia por necrosis hepática isquémica
son muy frecuentes. Todo esto suele evolucionar en un primer estadío
de shock caliente, un segundo de shock frío (como cuando ha habido
hipovolemia o falla cardíaca) y por último falla multiorgánica.
Se debe efectuar anamnesis
buscando antecedentes cercanos de enfermedad, ingestión de drogas
o exposición a tóxicos o sustancias sensibilizantes. Se debe
interrogar sobre la enfermedad actual (comienzo y evolución del
shock hasta el momento de llegar a la consulta).
Se efectuará
un exámen físico orientado por los antecedentes y la enfermedad
actual investigando básicamente la piel, el aparato circulatorio,
respiratorio, el abdomen, las extremidades y el sistema nervioso.
Estudios complementarios básicos:
Se debe solicitar una
batería de estudios rutinariamente que pueden aportar datos para
el diagnóstico y / o para conocer la repercusión del hipoflujo
tisular sobre los órganos.
Laboratorio: se pedirá
hemograma, eritrosedimentación, uremia, glucemia, creatininemia,
ionograma sérico y urinario, exámen completo de orina, estado
ácido base con gasometría arterial y hepatograma.
Imágenes: Rx.
del tórax. Eventualmente Rx. del abdomen o huesos y ECG.
Maniobras diagnóstico-terapéuticas
iniciales:
Se conseguirá
dos accesos venosos como mínimo, uno con aguja relativamente gruesa
(abbocath g 18 o 16) para infundir soluciones parenterales o fármacos,
y el otro, con un catéter central que llegue a la aurícula
derecha que servirá para medir la presión venosa y con ella,
la dinámica del retorno venoso y de la función de bomba de
las cavidades cardíacas derechas sirviendo de control para la infusión
de líquidos. También será útil para aumentar
el aporte hidrosalino i.v. en forma rápida en caso de hipovolemia
severa. Se colocará una sonda vesical permanente que nos informará
sobre el flujo sanguíneo periférico y dependiendo de él,
la función renal, a través de la diuresis horaria con la
medición de la densidad y concentración de sodio de esas
orinas, además de la indemnidad de los túbulos renales a
través de la observación del sedimento.
En este momento damos
por terminada la primer parte de la publicación.
BIBLIOGRAFIA: