MANEJO DE LA GOTA: Revisión
Dr. Alfredo Andrés González
RESUMEN
La gota es una enfermedad que resulta del depósito de cristales de urato monosódico, causado por la sobreproducción o la hipoexcreción de ácido úrico. Generalmente, pero no siempre, la enfermedad se asocia a una elevación de los niveles de ácido úrico en plasma. Las manifestaciones clínicas incluyen artritis aguda y crónica, tofos, enfermedad renal intersticial y nefrolitiasis por cálculos de ácido úrico. El diagnóstico se basa en la identificación de los cristales de urato en las articulaciones o tejidos corporales. Los objetivos del tratamiento incluyen la finalización del ataque agudo, la prevención de su recurrencia, y la prevención de las complicaciones asociadas con el depósito de cristales de ácido úrico en los tejidos. Para ello, el uso de drogas sigue siendo fundamental. Los ataque agudos pueden ser tratados con Antiinflamatorios no esteroideos, Colchicina o inyecciones intraarticulares de corticoides. El Probenecid, la Sulfinpirazona y el Allopurinol pueden ser usados para prevenir la recurrencia de los ataques. La obesidad, el consumo de alcohol y ciertos alimentos, y la ingestión de medicamentos pueden contribuir a la hiperuricemia. Estos factores potencialmente exacerbantes deberían ser identificados y tratados.
PALABRAS
CLAVE: Gota,
Hiperuricemia, Enfermedad por depósito de cristales, Artritis gotosa, Tofos
SUMMARY
Gout is a
disease resulting from the deposition of urate crystals caused by the
overproduction or underexcretion of uric acid. The disease is often, but not
always, associated with elevated serum uric acid levels. Clinical
manifestations include acute and chronic arthritis, tophi, interstitial renal
disease and uric acid nephrolithiasis. The diagnosis is based on the identification
of uric acid crystals in joints or body tissues. Treatment goals include
termination of the acute attack, prevention of recurrent attacks and prevention
of complications associated with the deposition of urate crystals in tissues.
Pharmacologic management remains the mainstay of treatment. Acute attacks may
be terminated with the use of nonsteroidal anti-inflammatory agents, colchicine
or intra-articular injections of corticosteroids. Probenecid, sulfinpyrazone
and allopurinol can be used to prevent recurrent attacks. Obesity, alcohol
intake and certain foods and medications can contribute to hyperuricemia. These
potentially exacerbating factors should be identified and modified.
La gota deriva
su nombre del latín “gutta” (gota) reflejando la creencia que la enfermedad era
causada por un humor malevolente que caía o “goteaba” en articulaciones debilitadas.
Había una cierta sabiduría en esta concepción: la gota es el síndrome clínico
producido por una anormalidad en el metabolismo del ácido úrico, que resulta
del depósito de cristales de uratos (urato monosódico monohidratado) en estructuras del interior de las articulaciones.,
tejidos blandos y tracto urinario.(1,2) Es la causa más común de
artritis inflamatoria en varones menores de 40 años, y es frecuentemente
diagnosticada en la práctica clínica.(3) El objetivo de el presente
artículo es hacer una revisión actualizada de la literatura publicada sobre el
tema, fundamentalmente en lo que respecta a su tratamiento y prevención.
EPIDEMIOLOGIA
La gota es 5 a 8 veces mas común en
hombres que en mujeres.(4) Típicamente se presenta durante la edad
media de la vida, y es infrecuente antes de lo 30 años. Las mujeres raramente
presentan ataques de artritis gotosa antes de la menopausia.(5) El prototipo del paciente que sufre
su primer episodio de gota es un varón entre 40 y 50 años de edad, casi siempre
algo obeso, aficionado a la buena comida (donde la carne y el pescado sean
abundantes), y que consume habitualmente alcohol.(6)
ETIOPATOGENIA
La hiperuricemia es un factor de
riesgo para el desarrollo de gota, aunque la relación exacta entre
hiperuricemia y gota aguda es aún poco clara.(7) La hiperuricemia es definida como una
concentración sérica de ácido úrico superior a 7 mg/dl En los hombres la
uricemia se eleva con la pubertad y luego año a año gradualmente, en las mujeres el aumento es brusco con la
menopausia.(1) A mayor concentración
sérica de ácido úrico, y a mayor duración de la hiperuricemia, el riesgo de desarrollar
gota se incrementa paralelamente. Por ejemplo, en hombres con una concentración
plasmática de 7 mg/dl de ácido úrico el riesgo es aproximadamente 0.5 %/año, y
éste índice aumenta a aproximadamente 5 %/año si las concentraciones séricas
son mayores a 9 mg/dl. Sin embargo, la gota puede presentarse en presencia de
concentraciones séricas normales de ácido úrico, y, por el contrario, algunos
individuos con hiperuricemia nunca experimentan un ataque.(2,8)
El ácido
úrico es el producto final del metabolismo de las purinas, es un producto de
desecho, que no tiene ninguna función fisiológica. El hombre carece de uricasa,
una enzima que poseen otras especies, que desdobla el ácido úrico para producir
un producto más soluble en agua (alantoína), con lo cual se prevendría su acumulación. La concentración plasmática de
uratos se mantiene prácticamente constante como consecuencia de un balance
entre producción y excreción. Una pequeña cantidad es eliminado por el
intestino y degradado por las bacterias. El riñón juega un gran rol en el manejo
de la excreción; un poco como si no supiera que hacer con él. Casi todo el
ácido úrico plasmático es filtrado por el glomérulo, pero es reabsorbido en un
80% en el túbulo proximal; algo de éste vuelve a ser secretado a la luz
tubular, para volver en una pequeña fracción a ser reabsorbidos en segmentos
más distales.
Las
concentraciones elevadas de ácido úrico en plasma pueden ser el resultado de un
incremento en su producción, una disminución de su excreción renal, o una
combinación de ambos mecanismos.(2) En 80-90% de los casos la hiperuricemia es
debida a una excreción deficiente de ácido úrico en riñones cuyo funcionamiento
es, por otros parámetros, normal, pero en cuál de los pasos mencionados más
arriba reside la alteración, aún no está claro. En 10-20% de los casos
restantes el defecto reside en la sobreproducción de purina.(9)
La
hiperuricemia puede tener múltiples causas. Las concentraciones séricas de
ácido úrico pueden elevarse en cualquier desorden con recambio celular
importante (por ej. síndromes mieloproliferativos, anemia hemolítica,
psoriasis, enfermedad de Paget, etc) y, más raramente, en ciertas enfermedades
hereditarias con defectos en las enzimas metabolizadoras de las purinas.(10) La hiperuricemia también se puede
presentar cuando existe una función renal disminuida. Numerosas drogas incrementan
la concentración de ácido úrico, debido a una disminución en su aclaramiento
renal (ej. diuréticos tiazídicos, salicilatos), o por el índice de muerte
celular que provocan (citotóxicos).(11) El alcohol (sobre todo la cerveza)
contiene purinas, como la guanina, que son degradadas a ácido úrico. Además, el
alcohol produce una disminución de la excreción del mismo.(12)
CLASIFICACION
DE HIPERURICEMIA (13) |
||
SOBREPRODUCCION
DE URATOS |
EXCRECION DISMINUIDA DE ACIDO URICO |
EXCRECION DISMINUIDA DE ACIDO URICO (continuación) |
• Hiperuricemia primaria idiopática
• Deficiencia de
Hipoxantina-guanina fosforibosiltransferasa • Hiperactividad de la fosforibosilpirofosfato
sintetasa • Hemólisis • Enfermedad Linfoproliferativa • EnfermedadMieloproliferativa • Policitemia vera • Psoriasis (severa) • Enfermedad de Paget • Rabdomiólisis • Ejercicio • Alcohol • Obesidad • Dieta rica en purinas |
•
Hiperuricemia primaria idiopática • Insuficiencia
Renal •
Riñones poliquísticos
•
Diabetes insípida •
Hipertensión •
Acidosis
--acidosis láctica
--cetoacidosis diabética • Síndrome de Down • Beriliosis • Sarcoidosis •
Hiperparatiroidismo • Hipotiroidismo • Toxemia del
embarazo • Síndrome de
Bartter |
• Ingestión de Drogas --Salicilatos --Diuréticos --Alcohol --Levodopa-carbidopa
--Etambutol --Pirazinamida --Acido nicotínico --Ciclosporina Mecanismo Combinado •
Deficiencia de glucosa-6-fosfato deshidrogenasa •
Deficiencia de fructosa-1-fosfato aldolasa •
Alcohol • Shock |
Precipitación de uratos e inflamación inducida por cristales
A un
pH de 7.4, más del 90% del ácido úrico se encuentra disociado en su forma de
anión urato (urato monosódico).(5) Con
cifras de 7 mg/dl de ácido úrico, se alcanza el límite de solubilidad del urato monosódico.
Con niveles séricos de 8 mg/dl o mayores, la solución de uratos se satura,
y hay mayor probabilidad de que el
urato monosódico precipite en tejidos en forma de cristales de urato monosódico.(14)
Hay
factores locales que favorecen la precipitación:
·
Menor
temperatura
·
Trauma/
Daño articular previo
·
Mayor
concentración de uratos
·
Menor
pH extracelular
·
Reducción
del anión proteico
·
Fluctuaciones
del nivel de uratos
Las manifestaciones clínicas de la
gota están íntimamente ligadas a la presencia de cristales de urato monosódico,
y son esencialmente de dos tipos: a)
inflamación, por lo general articular, pero que puede aparecer en otras
estructuras sinoviales, como bolsas serosas o vainas de deslizamiento
tendinoso, y b) aparición de
agregados clínicamente detectables de estos cristales formando los tofos. En relación directa con la
gota, o con el aumento de excreción de ácido úrico, puede también afectarse el
riñón.(11)
La propiedad inflamatoria de los
cristales no está aún completamente aclarada. Estaría vinculada a la habilidad
de ligar inmunoglobulinas, complemento y lípidos. Estos complejos se ligan a
receptores de múltiples células a las que activan y liberan citoquinas y otros
mediadores. Sigue una afluencia de neutrófilos, que fagocitan los cristales con
disrupción secundaria de los lisosomas, que liberan a su vez radicales libres,
colagenasas y araquinodatos.
Los ataques finalizarían por
digestión de los cristales por la mieloperoxidasa y alteraciones producidas por
el aumento de la irrigación sanguínea y el calor.(15)
Artritis Gotosa
El primer
ataque de gota es monoarticular en el 85-90% de los casos, aunque puede
aparecer como poliarticular en su primera manifestación en el 10-15 % de los
pacientes, asociada con fiebre.(4)
No hay articulación
exenta de sufrir gota, si bien son mucho más frecuentemente comprometidas las
de los miembros inferiores.(1) Más del 75% de los ataques agudos de
gota afectan una articulación de la extremidad inferior, y en mas del 50% está
involucrada la primera articulación metatarsofalángica (podagra).(14)
Ocurre en ambos dedos gordos en el 5%. Tarde o temprano el compromiso de esta articulación
se presenta en el 90-95% de los
casos.(16) Otras articulaciones
que se suelen afectar son: tarso, tobillo, bolsa preaquílea o prerrotuliana, rodilla. Estas articulaciones son sitios comunes de
ataque debido a una temperatura más baja, y a una disminuida solubilidad del
urato monosódico en ellas.(13)
En casos más
avanzados se comprometen codos, muñecas y pequeñas articulaciones de las manos
(éstas pueden estar afectadas inicialmente en mujeres ancianas), la cadera está
afectada en un 2%.(4)
Es habitual que los primeros ataques
de gota tengan un comienzo agudo, en ocasiones nocturno, y que, dejados a su
evolución natural, cedan en días o escasas semanas. Algunos
pacientes pueden quejarse de dolor por torceduras, dolor en talones, o punzadas
en el dedo gordo, antes del ataque inicial de gota, a veces precediéndolos en
varios años. La
inflamación articular suele ser intensa y las articulaciones afectas pueden ser
muy dolorosas, no soportando en ocasiones ni la más ligera presión; sin
embargo, ésta no es una regla estricta y la artritis puede tener un inicio
solapado, duración prolongada e intensidad moderada.(14)
En articulaciones –o estructuras
sinoviales– situadas superficialmente, como la clásica podagra, tarso, tobillo,
muñeca, bolsa olecraneana o tendón de Aquiles, puede haber intenso eritema
local, que más tarde resulta en descamación cutánea. La inflamación de
articulaciones situadas profundamente, como es la rodilla, cursa habitualmente
sin signos cutáneos.(11) Las crisis pueden ser acompañadas por
fiebre, leucocitosis, aumento de la velocidad de sedimentación, e incremento en
la concentración de proteína C-reactiva y otros reactantes de fase aguda.(11,17)
El eritema que acompaña a la inflamación aguda, seguido de descamación,
plantea frecuentemente el diagnóstico de celulitis, tromboflebitis, o artritis
séptica, lo cual parece ser confirmado con la coexistencia de fiebre. No
raramente esto lleva a un error diagnóstico y terapéutico.(18)
El líquido de punción articular mostrará entre 10.000 a 60.000
leucocitos/mm3, pero éstos pueden llegar a ser mucho más numerosos
(otro factor que puede confundir infección) y lo confirmatorio son los
cristales como agujas con birrefringencia negativa; dentro y fuera de los leucocitos.(13)
Ciertos factores desencadenantes
pueden influir en el inicio de los ataques de gota. Así, es frecuente que
acompañen a enfermedades médicas graves, o aparezcan después de intervenciones
quirúrgicas, sobre todo si no se mantiene profilaxis con colchicina en el postoperatorio(11)
; los médicos que atienden a este tipo de pacientes deben estar
familiarizados con este problema. Algunos enfermos relacionan los ataques con
el abuso de bebidas alcohólicas o de ingestión alimentaria y en otras ocasiones
con traumatismos locales.(13) Reviste especial interés el hecho de
que la disminución brusca del nivel sérico de ácido úrico pueda desencadenar
ataques de gota por mecanismos no aclarados; ésta es la causa de que la
administración de fármacos hipouricemiantes pueda seguirse inicialmente de
ataques de gota si no se emplea al mismo tiempo colchicina o un
antiinflamatorio para evitarlo. Este efecto aparentemente contradictorio puede
ser causa de abandono del tratamiento.(19)
Tras
el cese de un primer ataque de gota, espontáneamente o tras tratamiento, el paciente
queda totalmente asintomático (algunos refieren cierta sensación de rigidez
articular o pequeñas molestias), período conocido como intercrítico, de variable duración.(4) La evolución en
diferentes pacientes es diversa; así, mientras en algunos el primer ataque será el único que sufrirán., otros padecerán
nuevas crisis solamente después de muchos meses o años. Pero la mayor parte de
los pacientes experimentará episodios recurrentes, con progresivo acortamiento
de los períodos intercríticos.(12) Una vez que los ataques comienzan a repetirse,
esto ocurre con mayor frecuencia, son mas severos, afectan mayor número de
articulaciones, se vuelven febriles (si no lo eran anteriormente) y las
articulaciones no recuperan nunca del todo su funcionamiento normal.(11)
Se entra así en la fase de gota
crónica poliarticular, sin períodos intercríticos libres de dolor; en el cual
la enfermedad puede ser confundida con artritis reumatoidea u
osteoartritis, y con claros cambios
radiológicos.(14)
Raramente la
enfermedad puede seguir un curso fulminante y febril, o después del ataque
inicial progresar a las formas subaguda o crónica sin remisiones y con
desarrollo temprano de tofos e incapacidad. En general el porcentaje de
pacientes con enfermedad invalidante alcanza una proporción de 24% 20 años después
del ataque inicial.(11)
La aparición
de los síntomas crónicos coincide con la aparición de los tofos, y la gota se
transforma en tofácea. Sin tratamiento, 50-70% de los gotosos desarrollan tofos
visibles después de un período de 10 años.(2)
Gota tofácea
Los tofos son depósitos palpables de
cristales de urato monosódico, rodeados de una reacción granulomatosa.
Generalmente son una complicación tardía de la hiperuricemia, pero, en raras
ocasiones, pueden desarrollarse sin episodios previos de artritis gotosa.(20) Crecen lentamente por aposición de
nuevos cristales, siempre que los niveles séricos de ácido úrico permanezcan
elevados. Cuando la uricemia se normaliza, los cristales depositados en los
tofos se disuelven lentamente, disminuyen de tamaño y llegan a desaparecer.(11)
Se presentan dentro o alrededor de las articulaciones, o en el tejido
subcutáneo, más comúnmente en superficies extensoras de los codos o en sitios
de traumas mínimos.(20) Las complicaciones
que producen los tofos incluyen: dolor, deformidad, y síndromes de compresión
nerviosa, tales como el síndrome del tunel carpiano. Los tofos intra y periarticulares pueden causar
una erosión gradual de la articulación, finalizando en una artritis degenerativa.(4)
Riñón y gota
Las
dos complicaciones renales de la gota son la nefrolitiasis, y la nefropatía
gotosa aguda. La nefrolitiasis se presenta en aproximadamente el 10 al 25% de
pacientes con gota primaria.(21) Una orina ácida, saturada con
cristales de ácido úrico puede resultar en una formación espontánea de
cálculos. La solubilidad de los cristales de ácido úrico aumenta a medida que
el pH urinario se vuelve más alcalino. Otros tipos de cálculos también pueden
desarrollarse, debido a que el ácido úrico puede actuar como centro de
nucleación sobre el cual se deposita el oxalato o el fosfato de calcio.(11)
La nefropatía gotosa aguda
generalmente se produce cuando hay una destrucción masiva de células, (como
ocurre en el tratamiento de desordenes mielo o linfoproliferativos) , y probablemente
tras ejercicio excesivo, convulsiones o rabdomiólisis. También puede ocurrir en
pacientes gotosos con marcada hiperproducción de ácido úrico. (13)
El bloqueo del flujo de orina
secundario a la precipitación de ácido úrico en los tubos colectores y uréteres
puede conducir a un fallo renal agudo.(11)
Asociaciones clínicas
La
asociación de gota con obesidad y alimentación excesiva se conoce desde hace
mucho tiempo y se ha confirmado en diversos estudios epidemiológicos.(4)
La obesidad parece ser el factor común que relaciona la gota con otras
entidades asociadas, como diabetes, hiperlipidemia, hipertensión y arteriosclerosis.(11)
Aunque la hipertensión guarda
también relación con la obesidad y el control de ésta puede ser beneficioso
para ambos problemas, la relación existente entre el aclaramiento de ácido
úrico y el flujo y la resistencia vascular renales sugiere que la asociación
entre hipertensión e hiperuricemia puede deberse a disminución del flujo renal;
asimismo se ha sugerido que un aumento de la uricemia puede ser un indicador de
lesión vascular renal en la hipertensión esencial.(11)
En estudios retrospectivos acerca de la causa de muerte de sujetos
gotosos se vio que las enfermedades cerebrovasculares y cardiovasculares eran
responsables de más del 50% de dicha mortalidad.(22)
Estas
asociaciones deben tenerse presente al tratar a un paciente gotoso. La hiperuricemia
aislada no requiere tratamiento en sí: y puede mejorar con corrección de la obesidad, por
ejemplo. Este tema está en revisión y algunos consideran que la poca eficacia
de algunos tratamientos antihipertensivos en cuanto a cardioprotección se
debieron a la elevación del ácido úrico promovidos por los diuréticos.(11,13)
DIAGNOSTICO
Debido a la asociación entre gota,
hipertensión y disminución de la función renal, es necesario un examen completo
renal y cardiovascular. El laboratorio de base debe incluir un hemograma completo,
orina completa, concentración sérica de urea, creatinina y ácido úrico.(4)
Al interpretar una elevación de la concentración sérica de ácido úrico deben tenerse
en cuenta los siguientes hechos:
1)
Aproximadamente
el 7% de los varones adultos sanos tiene niveles de ácido úrico sérico superiores
a 7 mg/dl (420 mmol/L); en la mayoría de estas personas no se produce
precipitación tisular de urato monosódico. Cuando no hay artritis o litiasis
renal asociada, esta hiperuricemia se denomina asintomática y no requiere
tratamiento. Con cierta frecuencia se comprueba hiperuricemia asintomática en
pacientes con otras artropatías comunes como artrosis o simples molestias
musculares. Una incorrecta valoración del nivel elevado de ácido úrico sérico
puede llevar al diagnóstico erróneo de gota y a un tratamiento inoportuno.(13)
2)
En
pacientes con gota, la hiperuricemia puede ser oscilante y, en un momento
determinado, coexistir inflamación articular (que se relaciona con la presencia
de cristales de urato monosódico en la articulación y no con el ácido úrico sérico)
con niveles normales de ácido úrico sérico. La reducción brusca de ácido úrico
sérico producida por tratamiento farmacológico de la hiperuricemia, o por
ingestión de otros fármacos uricosúricos como ácido acetilsalicílico en dosis
altas, puede desencadenar un ataque de gota en pacientes no protegidos con
colchicina o un antiinflamatorio. En estos casos, el ataque de gota coexiste
con niveles normales de ácido úrico sérico, lo cual puede ser desorientador si
se desconoce este hecho.(14)
La radiografía no es de mucha
utilidad en el diagnóstico inicial de la artritis gotosa aguda. Los hallazgos
radiográficos generalmente son inespecíficos, consistiendo fundamentalmente en
edema periarticular. Las anormalidades óseas suelen indicar la existencia de
gota crónica. En general luego de 12 años de gota no tratada o inadecuadamente
tratada recién se empiezan a evidenciar en la radiografía la artritis crónica y
las erosiones óseas. Las
características radiológicas clásicas de la gota crónica son: tofos, disminución de la altura de la interlínea
articular y la presencia de erosiones muy características en los márgenes
articulares.
La mineralización es normal.(11,23)
El diagnóstico de gota se confirma
por la presencia de cristales de urato monosódico en el líquido sinovial
aspirado de una articulación inflamada, o en material obtenido de tofos
(simplemente aspirando con una aguja intramuscular sale material suficiente en
el interior de la luz de la aguja). Los cristales de urato monosódico se
presentan a la luz polarizada con forma de aguja, con birrefringencia negativa.
El líquido sinovial es de naturaleza inflamatoria –con celularidad variable
pero siempre elevada– y, por tanto, turbio. Además, el exámen del líquido
articular aspirado sirve para descartar otros procesos que pueden parecerse
clínicamente a la gota, tales como artritis séptica y pseudogota. Ocasionalmente, los pacientes con gota
pueden no presentar cristales de ácido úrico en el fluido sinovial aspirado.
Sin embargo, la repetición de la aspiración 5 horas a 1 día más tarde mostrará
lo cristales en la mayoría de estos pacientes.(24,25)
TRATAMIENTO
El tratamiento de la gota comprende tres fases:
·
La
finalización del ataque agudo
·
La
prevención de futuros ataques
· La disminución de los niveles
séricos de ácido úrico
Tratamiento de la artritis gotosa aguda
El objetivo del tratamiento del
ataque agudo de gota es proporcionar alivio sintomático. Es importante evitar
durante el mismo las fluctuaciones bruscas en la concentración sérica de ácido
úrico, ya que ello podría prolongar el ataque. Por lo tanto, ninguna droga que
altere los niveles de ácido úrico sérico debe usarse hasta al menos tres
semanas después de cesada la artritis aguda. Sin embargo, si el paciente estaba
ya bajo tratamiento con hipouricemiantes cuando se prestentó el ataque, los
mismos deben seguir siendo administrados.(4)
Los tres tratamientos actualmente
disponibles para los ataques de artritis gotosa aguda son antiinflamatorios no
esteroideos (AINE), glucocorticoides, y colchicina. El tratamiento con
colchicina tiene importancia histórica y ocupa un segundo lugar.(11)
* Drogas antiinflamatorias
no esteroides (AINE): Estas drogas son potentes
y rápidas en actuar, y actualmente son el tratamiento de elección para yugular
los ataques. Su mecanismo de acción es complejo, e involucra más que la
conocida inhibición de la síntesis de prostaglandinas.(26) Los AINE en dosis adecuadas hacen
remitir regularmente la inflamación articular en la gota, con una eficacia similar
para todos ellos, aunque el de elección suele ser
indometacina. La
respuesta es tanto más rápida cuanto más precoz sea el tratamiento. Como norma
general, éste debe iniciarse con las dosis máximas recomendadas del AINE
elegido, tras lo cual suele observarse una mejoría clínica evidente en las
primeras 24-48 h; luego se puede disminuir la dosis, hasta suspender el
tratamiento al cesar la inflamación. La dosis recomendada de la indometacina es
de 50 mg cada 8 h. (150 mg/día), pudiendo llegar a un máximo de 300 mg/día,
según necesidad.(11,13)
La desventaja de este tipo de drogas son
sus efectos adversos, los cuales pueden llegar a ser graves, sobre todo en los
pacientes ancianos. Por lo tanto deberían ser usados con precaución en estos
últimos, así como en pacientes con historia de úlcera péptica, insuficiencia
cardíaca congestiva o enfermedad renal crónica. También se debe ser cautos
cuando se los administra a pacientes alérgicos a la aspirina, o que tienen
pólipos nasales o padecen de asma.(12,27,28) En los pacientes ancianos,
o en aquellos con historia de enfermedad ulcerosa péptica, siempre debería considerarse
la administración conjunta de un antagonista de los receptores H2 ,
misoprostol, o un inhibidor de la bomba de protones. En pacientes con
insuficiencia renal los AINE deberían ser evitados siempre que sea posible, y
podrían ser administrados en bajas dosis solamente si los beneficios esperados
sobrepasan a los riesgos. En tales casos se deberá monitorizar regularmente la
concentración sérica de urea, creatinina y electrolitos.(12)
* Corticoesteroides:
La inyección
intraarticular es muy efectiva en caso de monoartritis, cuando se tiene certeza
diagnóstica, y no existe un proceso séptico concomitante.(29) Se
inyecta después de aspirar la mayor cantidad de líquido articular, lo que en sí
puede aliviar el dolor, y se inyecta metilprednisolona en dosis de 20-60 mg. si
se trata de una articulación grande y de la cuarta parte si es pequeña. Con
ello los ataques suelen ceder rápidamente.(1,11)
Los
corticoides sistémicos se usan sólo si la colchicina o los AINE son inefectivos
y/o en situaciones en las que el uso de
AINE suponga riesgo por sus efectos indeseables. También son de gran utilidad
en pacientes con ataques severos o poliarticulares. Pueden usarse: Prednisona
oral, 30-60 mg/día, disminuyendo la
dosis gradualmente en 7 días (ya que la
inflamación puede ser mayor si los esteroides se discontinúan abruptamente);
ACTH, 40 U IM; o metilprednisolona IV en dosis de 50 a 150 mg en goteo durante
30 minutos. En pacientes ancianos pueden ser preferibles a los AINE.(1,11,30-32)
*
Colchicina: El tratamiento con colchicina tiene
gran tradición, ya que la respuesta a este fármaco se ha considerado como una
prueba diagnóstica de gota. Menos elegida hoy que el
pasado, menos específica (mejora otras enfermedades articulares agudas:
pseudogota, sarcoidosis), y lenta en actuar, su acción fundamental reside en la
inhibición de la fagocitosis de los cristales por parte de los neutrófilos y
reduce la movilización y adhesión de los mismos por disminución de factores
quimiotácticos.(33) La colchicina tiene propiedad antiinflamatoria,
pero ninguna actividad analgésica. Produce muy pocos beneficios en el tratamiento de ataques
poliarticulares o de evolución prolongada.(19) Por ello, usualmente hay que indicarla lo más cercano posible al inicio
del acceso. Por
ejemplo, si se la administra dentro de las primeras horas de iniciado el ataque
cerca de un 90% de los pacientes muestran una respuesta favorable, pero si el
tratamiento comienza después de las 24 horas de la iniciación de la crisis, tan
solo un 75% de los pacientes responderán.(26) La dosis es de 1 mg inicialmente, seguido de 0.5 mg cada hora , en forma
oral, hasta el alivio de síntomas, o la aparición de efectos adversos (náuseas, vómitos o diarrea )(34), o hasta un total de 6 mg. Generalmente hay alivio a las 18 horas y en 75-80% de los
pacientes la inflamación desaparece a las 48 horas.(4) También se ha utilizado la
colchicina por vía parenteral (2 mg inicialmente, seguidos de 1 mg cada 6 horas
si no cede el ataque, hasta un máximo de 4 mg, diluyendo cada dosis en 20 mL de
suero glucosado). Este tratamiento ha producido depresión medular en algunos
pacientes de edad avanzada, lo que probablemente representa un riesgo
desproporcionado si se tiene en cuenta la naturaleza del problema que se desea
tratar.(11,12)
Profilaxis del ataque agudo:
Corrección de la hiperuricemia
La reducción del ácido
úrico sérico por debajo de su concentración de saturación facilita la
disolución de los cristales de urato monosódico; de esta manera, una reducción
prolongada de la uricemia por debajo de 6 mg./dl determinará con toda
probabilidad la disolución de los agregados intraarticulares de cristales. El
nivel de uricemia debe caer a 5 mg/dl para provocar la desaparición de
tofos clínicamente detectables.(1) Como los ataques de gota tienen relación con la presencia
intraarticular de cristales de urato monosódico y no con el nivel sérico de
ácido úrico, los pacientes pueden padecer ataques de gota mientras presenten
cristales en el interior de sus articulaciones, con independencia del nivel
sérico de ácido úrico. Por otro lado, la reducción rápida de la uricemia suele
provocar, por mecanismos no definidos, ataques de gota en estos pacientes. Por
ello siempre se asocia, al menos al comienzo, un tratamiento profiláctico de
estos ataques a cualquier terapéutica hipouricemiante.(11)
Los niveles de
uricemia pueden reducirse por medio de la identificación y corrección de la
causa de la hiperuricemia, o por la administración de drogas que inhiban la
síntesis de uratos o aumenten su eliminación.
Existen factores potencialmente reversibles que
contribuyen al aumento de la uricemia. Entre ellos se encuentran la obesidad,
una dieta rica en purinas, y el consumo regular de alcohol y ciertos medicamentos.
Ninguno de ellos es por sí solo la causa de la hiperuricemia, pero la exacerban
en pacientes con otros factores causales, tales como la hipoexcerción de
uratos, y por lo tanto se debería tratar de eliminarlos. Hay que aclarar que el
contenido en purinas de la dieta contribuye en poco
más que en 1 mg/dl a la uricemia. Es por ello que puede ser
recomendable moderar el consumo de
purinas en los que habitualmente las consumen en exceso (ya sea de origen
vegetal o animal), en vez de una dieta constantemente baja en ellas.(11)
Los cambios dietéticos y en el estilo de vida
pueden reducir la concentración de uratos sustancialmente. No obstante, muchos
pacientes necesitarán también de medicación para controlar la hiperuricemia. Debe considerarse la terapia medicamentosa si el paciente reúne tres
criterios: la hiperuricemia no puede corregirse a menos de 7.0 mg/dl; el
paciente ha tenido dos o tres episodios definidos de gota o presenta tofos; y
está convencido de la necesidad de tomar medicación regular y permanentemente.(14)
Dos tipos de drogas están
disponibles: las uricosúricas y las que bloquean el paso final en la síntesis
de uratos (inhibidores de la xantina-oxidasa,
aumentando obviamente el nivel de sus precursores). En general estas últimas
drogas serían las indicadas cuando hay aumento de síntesis, y las primeras si
existe disminución en la secreción.
Una
complicación potencial del uso de estas drogas es la precipitación de un ataque
agudo de gota, lo cual obliga a la administración de las drogas comentadas más
arriba como profilácticas.
*Inhibidores de la
Xantina-oxidasa: El allopurinol es la única de estas medicaciones en uso clínico. El allopurinol disminuye la cantidad
de ácido úrico formado, ya que este fármaco es un substrato de la enzima
xantinaoxidasa, que lo transforma en oxipurinol; de esta forma, parte de la
xantinaoxidasa es desviada de su función natural (el paso de hipoxantina a xantina
y el de ésta a ácido úrico), con lo que la cantidad de hipoxantina y xantina
finalmente oxidadas a ácido úrico disminuye (aumenta la excreción urinaria de
xantina e hipoxantina, aunque, al ser éstas muy solubles, este aumento no crea
ningún problema).(11) Una dosis de 300 mg/dia
reduce la concentración de uratos a lo normal en el 85% de los pacientes, y en
algunos, dosis menores pueden ser suficientes.(39) Debe iniciarse el
tratamiento en dosis bajas 50-l00 mg/dia, para evitar un ataque
agudo, y aumentando cada cuatro semanas hasta llegar a la dosis óptima. La
dosis debe ajustarse según el aclaramiento renal. Puede aumentar el efecto de
aquellas drogas metabolizadas por la xantina-oxidasa :
azatioprina y mercoptopurina.(40)
Las
seis indicaciones precisas para el uso del allopurinol son:(12)
1. gota tofácea.
2. severa sobreproducción de ácido úrico (>900 mg/24 hs. con dieta severa
en restricción de purinas).
3. crisis gotosas frecuentes, que no responden a la colchicina profiláctica
e imposibilidad de uso de uricosúricos.
4. litiasis renal por ácido úrico recurrente (34% en hipersecretores de
ácido úrico).
5. litiasis renal por oxalato de calcio recurrente, sumada a
hiperuricosuria.
6. prevención de nefropatía por uratos en tratamientos con citotóxicos.
La
hiperuricemia asintomática, la gota no complicada y los ataques agudos de gota no son indicaciones de terapia con
allopurinol.(12)
El alopurinol es un fármaco casi siempre eficaz
y habitualmente bien tolerado; su mayor inconveniente deriva de sus efectos
secundarios esporádicos : en 2% de los enfermos que
reciben allopurinol se desarrolla un rash, frecuencia que aumenta a un 20% si
reciben conjuntamente ampicilina.(11) El rash desaparece al
suspender la droga que puede reiniciarse a dosis más bajas. En 1 de cada 1000
pacientes aparece un cuadro de dermatitis exfoliativa, con fiebre, disfunción
hepática, eosinofilia, vasculitis y
nefritis intersticial. Hasta un 20% de estos enfermos
llegan a estar muy graves, lo cual es más común en pacientes renales o tratados
con diuréticos. La prednisona, además de la suspensión del allopurinol, suele
ser efectiva. La mortalidad es alta (25%) y la mayoría de los pacientes no
tenían indicaciones precisas para el uso del allopurinol. Se ha incriminado a
esta droga como la más frecuente causa de una reacción no-anafiláctica que pone
en peligro la vida del enfermo.
La desensibilización, ya por vía oral o intravenosa, ha
sido exitosa si el rash es leve, pero raramente en los casos graves.(41,42)
*Uricosúricos: Las drogas conocidas como uricosúricas son el probenecid, la
sulfinpirazona, la benzobromarona y la benciodarona. Reducen la uricemia al aumentar el aclaramiento
renal de ácido úrico, disminuido en la mayoría de los pacientes con gota.(19)
Bajas dosis de aspirina bloquean la secreción activa, y por lo tanto debe ser
evitada. Son habitualmente bien tolerados, y
su mayor riesgo es
la precipitación de ácido úrico en los túbulos renales, lo cual puede
prevenirse iniciando el tratamiento en dosis muy pequeñas, para ir aumentándolo
lentamente, y tratando de mantener una diuresis importante, preferentemente alcalina
(lo que se logra con 1 gr. de bicarbonato de sodio cada 6 a 8 horas, o acetazolamida
250 mg. por las noches). Se
pueden emplear en aquellos pacientes con buena función renal y sin historia de
litiasis. Se evitará su uso si la excreción renal de ácido úrico sobrepasa los
700 mg/dL en 24 h., si la producción de orina es menor a 1 ml./min., si el clearence
de creatinina es inferior a 50 ml./min., o si existen antecedentes de cálculos
renales. La declinación fisiológica de la función renal asociada a la edad
frecuentemente limita el uso de agentes uricosúricos.(43,44)
El Probenecid, en dosis de 1 a 2
gr./día logra un control satisfactorio del 60-85% de los pacientes (12). Sus efectos adversos más comunes
incluyen trastornos gastrointestinales, reacciones de hipersensibilidad, y rash
cutáneo. Es importante recalcar que la droga bloquea además
la secreción tubular de otros ácidos orgánicos; esto puede producir un aumento
en las concentraciones plasmáticas de penicilinas, cefalosporinas, sulfonamidas
e indometacina.(45)
Hay muy pocas razones para elegir a una de estas drogas
como superior a la otra, pero la sulfinpirazona tiene un efecto antiagregante
plaquetario adicional,(1,11) que puede ser beneficioso en algunos
casos, pero debe ser cuidadosamente utilizado en pacientes que estén bajo
tratamiento anticoagulante o que tengan problemas en la coagulación. La dosis
inicial debe ser de 50 a 100 mg. dos veces por día, con incrementos graduales
hasta llegar a 200, e inclusive 400 mg. dos veces al día. La sulfinpirazona
además puede causar trastornos gastrointestinales. Es recomendable entonces ser
cauto cuando se indica esta droga a pacientes con enfermedad ulcerosa péptica.(46,47)
En teoría, la elección de la droga debería
depender de el nivel de excreción urinaria del ácido úrico, de la función
renal, de la historia de cálculos renales, y de la edad del paciente. Sin
embargo, el allopurinol es actualmente el tratamiento de elección en casi todos
los casos, debido a su conveniencia y baja incidencia de efectos adversos.
Objetivos de la terapia
hipouricemiante
El objetivo es reducir la
concentración sérica de uratos a niveles inferiores a 6 mg/dl (0.36mmol/L), y
en el caso de evidencia clínica o radiológica de tofos debe intentarse reducirla
a menos de 5 mg/dl (0.30 mmol/L). Llegar a cumplir este objetivo satisfactoriamente
puede demorar entre 6 y 12 meses. Una vez que la concentración de uratos ha
llegado a los niveles deseados, el paciente debe ser evaluado periódicamente.(12)
La necesidad de un tratamiento
prolongado en los pacientes con gota ha sido recientemente cuestionada. Sin
embargo, las terapias intermitentes o el abandono de drogas hipouricemiantes conducen
a una recurrencia de los ataques agudos de gota y la nueva formación de tofos;
los ataques agudos recurren aproximadamente
a los 6 meses, y los tofos aproximadamente a los tres años. Por lo
tanto, el tratamiento debe estar indicado de por vida.(48,49)
Gota crónica complicada, y falta
de respuesta al tratamiento
Los problemas en el manejo de la
gota son debidos generalmente a la falla en la prescripción profiláctica de
colchicina o AINE durante el período temprano del tratamiento, la iniciación de
la terapia mientras el paciente todavía se encuentra en el período inflamatorio
agudo, o una pobre respuesta a las drogas.(11)
La hiperuricemia puede
mantenerse en algunos pacientes a pesar de una adecuada terapia medicamentosa.
Generalmente esta falta de respuesta se debe a la persistencia de factores
promotores de hiperuricemia, tales como el consumo regular o excesivo de alcohol,
el uso concomitante de diuréticos y/o la obesidad.(50) En ausencia
de éstos factores tratables, puede necesitarse la combinación del allopurinol y
una droga uricosúrica. Aunque esta última reducirá la efectividad del
allopurinol al promover la eliminación de oxipurinol, se logrará un efecto
uricosúrico beneficioso. (51)
·
Antes de comenzar el tratamiento
para la gota, editar siempre si el diagnóstico es el adecuado, y excluir la
infección articular.
·
Tratar el ataque agudo con AINE
o corticoides.
·
No apurarse a usar allopurinol
ni drogas uricosúricas; nunca iniciar
durante ataques agudos, pero mantener la dosis si ya las recibía.
·
Tratar dolencias concurrentes.
·
Eliminar los factores que pueden
contribuir a la hiperuricemia es importante en la prevención primaria,
secundaria o terciaria de la enfermedad. La dieta, en una época el pilar del
tratamiento, no está hoy generalmente indicada.
El
desafío continuo es la educación de los pacientes acerca de la importancia en
la modificacion de su estilo de vida y en la continuidad de la medicación para
asegurarse que los ataques de gota no recurran y para evitar la morbilidad a
largo plazo de los depósitos tofáceos.
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