El doctor Fortunato Benaim falleció el 25 de septiembre/23 a los 103 años, el cirujano que dedicó su vida a la Medicina del Quemado.
Presidio el Instituto del Quemado durante 28 años y fue precursor en la creación de los bancos de piel para injertos en los heridos. Se especializó en Estados Unidos y volvió al país para aplicar sus conocimientos.
Benaim había nacido en Mercedes, provincia de Buenos Aires, el 18 de octubre de 1919. Tras terminar el secundario, llegó a la Capital para estudiar medicina en la Universidad de Buenos Aires. Allí cursó junto a su hermano José, apenas se llevaban 11 meses, que luego se especializó en neurocirugía. Además, otro de sus hermanos se recibió de ingeniero y se dedicó al mantenimiento de las estructuras de los hospitales.
Se especializó en cirugía y en 1948 ingresó a trabajar al hospital Argerich. Su relación con la especialidad de atender a personas con quemaduras surge por azar. Una tarde se produjo un incendio en un conventillo de La Boca. Benaim fue el encargado de atenderlos por órdenes del jefe del servicio de guardia de ese momento.
Ya como médico retirado, recordó ese momento en una nota publicada por la Universidad Católica Argentina: “Para mí eso fue una orden del jefe, un desafío y una oportunidad: Cumplí con la orden, acepté el desafío y aproveché la oportunidad”.
Luego de esa primera experiencia en el Argerich empezó a dedicarse al tema con mucha pasión. Benaim llegó a ser director del Instituto del Quemado durante 28 años. Allí formó decenas de discípulos.
Su tesis con la que obtuvo el título de Doctor en Medicina (1952) describió los resultados obtenidos con el injerto de piel en esa primera experiencia en el hospital de La Boca. Lo calificaron con un sobresaliente y la Asociación Argentina de Cirugía la consideró el mejor trabajo científico del año.
Benaim fue becado en Estados Unidos. Así se entrenó en el tratamiento del quemado con autoinjertos de piel en la Universidad de Texas, cirugías complejas y uso de homoinjertos en el Hospital Barnes de la Universidad de Washington y vascularización de los injertos cutáneos en la Universidad Cornell.
Antes de jubilarse, creó la Fundación del Quemado. Desde esa organización, creó el primer banco de piel del país. Eso no fue todo, también organizó el primer laboratorio para cultivo de piel para los quemados graves a partir de tejido del propio paciente.
Benaim siguió ligado a su especialidad. Entre sus creaciones está una cama especial para la atención de los pacientes con quemaduras. El sistema tiene una camilla superpuesta que se separa de la cama gracias a un sistema eléctrico. De esta manera se pueden sacar las sábanas y dar vuelta el colchón sin tocar al enfermo.
“Lo que hay que entender bien es que la palabra quemadura sola no dice mucho. La quemadura que es lesión no es mayormente importante, lo que sí es importante es la enfermedad quemadura” explica Benaim en un texto que fue publicado en el sitio de la Universidad Católica Argentina.
El doctor, además, fundó la Federación Iberolatinoamericana de Cirugía Plástica y la Sociedad Internacional de Quemaduras. Además, Benaim era miembro de la Academia Nacional de Medicina (ANM).
El otro aspecto destacado de su vida es el trabajo como docente. Empezó como ayudante, jefe de trabajos prácticos de la Cátedra de Patología Quirúrgica. Allí el profesor a cargo era el doctor Arnaldo Yódice, quien fue el jefe del Argerich que le ordenó que tratara a la familia quemada de La Boca, lo que decidiría su futuro científico.
Muy poco tiempo después, la Facultad de Medicina de la UBA lo distinguió como Profesor Honorario de cirugía. En la Universidad del Salvador fue designado Profesor Consulto en cirugía reparadora y de patología y tratamiento de las quemaduras y sus secuelas. También, trabajó como vicedecano de la Facultad de Medicina de la UCES. Buenos Aires lo declaró ciudadano ilustre en el 2008.
En una nota cuando cumplió 100 años, Benaim reconoció que sin su esposa Marta, no hubiese alcanzado tantos logros a lo largo de su carrera. “Si uno no tiene la comprensión de la familia, no puede hacer esta vida, porque es muy exigente y lo tiene muy ocupado. El apoyo tiene que ser espontáneo, no tiene que ser a pedido”.
FUENTE: Infobae